Hola, soy Ángela y tengo 31. Desde que tenia veintipocos me interesó el femdom. Al final encontré mi media naranja femdomiana. Se llama Javier y tiene 25. De lo que quiero hablaros es del femdom (al menos mi concepto del femdom) y la diferencia con el BDSM.
La palabra femdom viene de female domination que significa "dominación femenina." Se trata de que en las relaciones de pareja, la mujer domine al hombre, esto es, que decida por él. De alguna manera es el mismo tipo de relación que se da entre una madre exigente (¡por qué no decirlo, dominante!) y un hijo varón. Por supuesto, no es exactamente igual, pues en las relaciones femdom está incluido el sexo, pero tiene cierto paralelismo.
El hombre deja de tomar decisiones y la mujer las toma por él. Esto puede significar un alivio para él. Me explico: una prima tenía un pequeño comercio con su difunto marido, él atendía el negocio por la mañana, mientras ella cuidaba de los niños, compraba, cocinaba, limpiaba, etc. Por la tarde, ella atendía el negocio mientras él se dedicaba a si mismo. Ella se ocupaba de todo: atender a los proveedores, hacer los pedidos, pagar las facturas, etc. Él salía de pesca o de caza con amigos cuando se le antojaba, pero ella siempre estaba al cargo del negocio. Teóricamente, ella mandaba en el negocio, pero en la realidad ella trabajaba como una esclava mientras él disfrutaba de la vida. Evidentemente, esto no es femdom.
Pero el hecho que la mujer tome todas las decisiones también puede ser un alivio para él, pero en otro sentido: ella maneja las finanzas de la familia, lo cual, según los casos, puede ser una tarea muy difícil y complicada. En el caso de Javier y mío lo es. Yo tengo un negocio y él me ayuda. Yo tengo que apechugar con todas las decisiones sóla, como si fuese soltera. Pero la actividad financiera del negocio está muy imbricada con las finanzas familiares. Cuanto mejor va el negocio, más dinero ingresamos en casa y más dinero tenemos. Yo manejo ambas finanzas. Javier trabaja mucho, tanto en el negocio como en casa (en donde yo no hago absolutamente nada). Javier trabaja en el negocio unas 10 horas, hasta que lo envío a casa a trabajar. Es limpio (lo es porque yo hago inspecciones de limpieza por sorpresa en casa) y trabajador. También es muy obediente y muy sumiso. Pero cuando él se va, yo continúo trabajando en el negocio. Me veo obligada a trabajar muchas horas porque la rentabilidad del negocio no da para contratar a nadie más. Pero si tuviera que contratar a alguien para que me limpiara la casa, me comprara la comida, me la cocinara, me lavara y planchara la ropa, no ganaría bastante como para pagarle.
Javier no tiene nunca ningún problema. Yo sí. ¿Debo cambiar de banco porque intuyo que con otro me va a ir mejor, a pesar del coste de cambiar de banco? ¿Debo reclamar el importe de un elemento porque vino defectuoso a pesar de que llevo diez años trabajando con él y nunca tuve un problema? ¿Cómo hacer para vender más? ¿Debo contratar una camàña publicitaria y, en caso afirmativo, que tipo de campaña? ¿Cuanto dinero gastar en la publicidad?
Javier es, de alguna manera, como un niño, sin responsabilidades. Yo soy la proveedora de los ingresos familiares, el negocio es mio y la vivienda también. Sin mi, estaría en casa de sus padres sin hacer nada porque no tiene preparación alguna. Abandonó el instituto en cuanto pudo mientras yo me desgastaba los codos estudiando (entonces no nos conmocíamos). Tengo conocimientos de economía, contabilidad, finanzas, marketing e informática al nivel de manejo de programas que necesito en mi trabajo. Además de Javier tengo cinco empleados, todos varones (no quiero que Javier se distraiga de su trabajo, je, je, je).
Me gusta dar órdenes, mandar. Me imagino que los cinco empleados que tengo me llamarán, a mis espaldas y a las de Javier, mandona, marimandona, bruja, Cruella de Ville, señorita Rotermeyer, etc, pero si lo hacen, me encanta. No pretendo ser simpática ni agradable. Me gusta mandar y controlar a la gente. Lo mismo que soy exigente conmigo misma, soy exigente con los demás.
Pero, obviamente, con Javier es diferente. Cuando le mando de la tienda a casa, él sabe que nada más llegar me tiene que llamar para decirme que ya llegó. Le obligo a ir caminando, pese a que hay transporte público. Le ordeno que comida tiene que comprar, le ordeno que calcule cuanto puede costar (por ejemplo, lechuga, tomate y una lata de atún para una ensalada), le doy algo dinero de más, le exigo el ticket de compra y el vuelto, le reviso el celular para ver los contactos que tiene o las llamadas que recibe, cuando viene la factura de las llamadas del fijo, reviso las llamadas que se hicieron, etc.
Siempre que llego a casa estoy muy cansada. Mi cuerpo y mi mente me piden que me relaje y me olvide de todo, pero creo que mi obligación de ama es estar cien por cien al tanto de todo lo que hace mi esclavo. No puedo entrar en su mente, pero trato de controlarle todo los demás.
Obviamente, yo tengo mis propias recompensas: Javier me da masajes, me acaricia, me mima, y además, tengo un amante. Él se llama Julio y tiene una esclava. Él es maledom. Julio folla con Irene, pero yo nunca follo con Javier. En los tres años y medio que llevamos juntos, nunca su polla entró en un agujero de mi cuerpo. Es más, nunca he permitido que me vea desnuda. Y no es porque tenga un feo cuerpo (más bien lo contrario) sino porque quiero borrar el deseo sexual de Javier. Los domingos le quito el cinturón de castidad durante media hora y le dejo que se masturbe. La primera vez que lo hice le miré como se hacía una paja, pero me parece de lo más patético ver a un hombre adulto masturbándose como único medio de tener sexo teniendo una mujer.
Que no follemos, no significa que no me dé placer. Le ato las manos a la espalda, le vendo los ojos, le arrodillo entre mis piernas y me hace un cunni. ¡Me encanta!
Julio es diferente. Folla con Irene entre semana y conmigo los findes. A él le gusta que Irene nos mire en la cama. Ella también nos hace fotos y pequeños vídeos. En muchos de ellos yo no aparezco desnuda, sólo se me ve la cara chupando la polla de Julio. Estos son los que le enseño a Javier. Me ve chupando la polla de otro pero no mi cuerpo desnudo. De hecho, solo me ha visto con bikini en la playa o con mi ropa interior (bragas y sostén). Nunca me ha visto ni siquiera una teta.
A Javier sólo le castigo cuando no cumple con lo que esperaba de él, lo cual no ha sucedido desde al menos un par de años. Él es muy sumiso y obediente.
Esta es mi visión del femdom. La pregunta es: ¿Tiene algo que ver con el BDSM?
Yo creo que no.
Javier es, de alguna manera, como un niño, sin responsabilidades. Yo soy la proveedora de los ingresos familiares, el negocio es mio y la vivienda también. Sin mi, estaría en casa de sus padres sin hacer nada porque no tiene preparación alguna. Abandonó el instituto en cuanto pudo mientras yo me desgastaba los codos estudiando (entonces no nos conmocíamos). Tengo conocimientos de economía, contabilidad, finanzas, marketing e informática al nivel de manejo de programas que necesito en mi trabajo. Además de Javier tengo cinco empleados, todos varones (no quiero que Javier se distraiga de su trabajo, je, je, je).
Me gusta dar órdenes, mandar. Me imagino que los cinco empleados que tengo me llamarán, a mis espaldas y a las de Javier, mandona, marimandona, bruja, Cruella de Ville, señorita Rotermeyer, etc, pero si lo hacen, me encanta. No pretendo ser simpática ni agradable. Me gusta mandar y controlar a la gente. Lo mismo que soy exigente conmigo misma, soy exigente con los demás.
Pero, obviamente, con Javier es diferente. Cuando le mando de la tienda a casa, él sabe que nada más llegar me tiene que llamar para decirme que ya llegó. Le obligo a ir caminando, pese a que hay transporte público. Le ordeno que comida tiene que comprar, le ordeno que calcule cuanto puede costar (por ejemplo, lechuga, tomate y una lata de atún para una ensalada), le doy algo dinero de más, le exigo el ticket de compra y el vuelto, le reviso el celular para ver los contactos que tiene o las llamadas que recibe, cuando viene la factura de las llamadas del fijo, reviso las llamadas que se hicieron, etc.
Siempre que llego a casa estoy muy cansada. Mi cuerpo y mi mente me piden que me relaje y me olvide de todo, pero creo que mi obligación de ama es estar cien por cien al tanto de todo lo que hace mi esclavo. No puedo entrar en su mente, pero trato de controlarle todo los demás.
Obviamente, yo tengo mis propias recompensas: Javier me da masajes, me acaricia, me mima, y además, tengo un amante. Él se llama Julio y tiene una esclava. Él es maledom. Julio folla con Irene, pero yo nunca follo con Javier. En los tres años y medio que llevamos juntos, nunca su polla entró en un agujero de mi cuerpo. Es más, nunca he permitido que me vea desnuda. Y no es porque tenga un feo cuerpo (más bien lo contrario) sino porque quiero borrar el deseo sexual de Javier. Los domingos le quito el cinturón de castidad durante media hora y le dejo que se masturbe. La primera vez que lo hice le miré como se hacía una paja, pero me parece de lo más patético ver a un hombre adulto masturbándose como único medio de tener sexo teniendo una mujer.
Que no follemos, no significa que no me dé placer. Le ato las manos a la espalda, le vendo los ojos, le arrodillo entre mis piernas y me hace un cunni. ¡Me encanta!
Julio es diferente. Folla con Irene entre semana y conmigo los findes. A él le gusta que Irene nos mire en la cama. Ella también nos hace fotos y pequeños vídeos. En muchos de ellos yo no aparezco desnuda, sólo se me ve la cara chupando la polla de Julio. Estos son los que le enseño a Javier. Me ve chupando la polla de otro pero no mi cuerpo desnudo. De hecho, solo me ha visto con bikini en la playa o con mi ropa interior (bragas y sostén). Nunca me ha visto ni siquiera una teta.
A Javier sólo le castigo cuando no cumple con lo que esperaba de él, lo cual no ha sucedido desde al menos un par de años. Él es muy sumiso y obediente.
Esta es mi visión del femdom. La pregunta es: ¿Tiene algo que ver con el BDSM?
Yo creo que no.