miércoles, 12 de marzo de 2014

Detrás de cada gran nujer... 2

Esta historia la inventé yo, es anónima y, por lo tanto, de dominio público, por lo que puede ser reproducida de cualquier modo. Sólo para adultos.

Personajes:

  1. Ama, novia: Janice
  2. Sumiso, novio: Sam
  3. Secretaria, amiga: Julie

Primera parte

Después del curso de cosmetología, Janice me apuntó a un curso de peluquería de un mes. No era un curso profesional sino para aficionadas. La intención del curso era que las cursantes aprendieran peluquería como para arreglarse el pelo y hacerse bonitos peinados entre dos o más de ellas. La señora que daba el curso era una peluquera jubilada que tenía una casa grande y antigua y se sacaba un dinero extra dando el curso.

Una vez finalizado, Janice me dijo que Julie vendría a casa con ella los lunes y los jueves para que peinara a ambas. Por supuesto no me importaba peinar y maquillar a mi líndisima novia, pero era reacio a hacerlo con una extraña. Como su marido que iba a ser, encontraba muy humillante servir como esteticista y peluquero a una extraña. Le dije a Jan que estaba muy disconforme. Los argumentos de Jan era estos:

"La gente extraña es extraña hasta que los conoces mejor. Después de unas semanas Julie ya no será una extraña para ti. Las dos hemos hecho una gran amistad en los últimos meses. Además, ambas trabajamos en una gran firma de abogados, hablamos a diario con gente muy importante, con clientes muy ricos y poderosos. Julie es una secretaria muy buena y efectiva, es muy competente y me ayuda mucho. Es muy importante para ella estar bonita y elegante, pero lamentablemente, su sueldo no da para gastarlo en peluquería. Además, los conocimientos adquiridos, sino se practican, se pierden. Deberías estar muy agradecido a Julie poder ponerlos en practica. Y, por último, yo soy quién lleva los pantalones, quién corta el bacalao en esta casa."

Obviamente, yo no sentía la necesidad de poner mis conocimientos en práctica, ya que nunca quise hacer ni un curso ni el otro. Pero, como tantas otras veces, me callé.

El siguiente jueves, fui a recoger a Julie y Jan a la oficina. En cuanto llegamos a casa, mi novia me ordenó que me pusiera el mismo vestido que la última vez.

"Si te vistes de mujer, eso la hará sentir más cómoda. Las mujeres estamos acostumbradas a los peluqueros amanerados, pero no a los heterosexuales. Además, yo te veo muchos más guapo vestido de mujer, con ese vestido corto y sexy."

Siguiendo el mismo procedimiento, me mandó desnudarme, ponerme su ropa interior, con relleno para el sostén, zapatos de tacón alto y la peluca. Esta vez me fijé en que Julie me miraba con atención cuando me desnudé.

Hacer que Julie pareciera hermosa no era muy difícil, pues ella de natural tenía el don de la belleza. Mientras trabajaba, las dos hablaban hasta por los codos. Yo creo que Julie se olvidó de que yo no era mujer.

Julie había traido doblado en una bolsa un traje chaqueta de los tres que le había comprado a Janice. No le acababa de convencer y quería cambiarlo por otro. Jan me ordenó que le ayudara a desvestirse, como si una mujer necesitara ayuda para ello. Entonces no me di cuenta, pero estoy convencido que lo que mi novia pretendía es que me calentara para luego dejarme en ascuas. Y creo que las dos habían hablado de ello previamente y lo habían acordado así.

Le bajé la cremallera de la falda y se la bajé por las piernas hasta el suelo, arrodillándome. Ella dio un paso a un costado y yo puse su falda sobre la mesa. Después me puse delante de ella y le desabotoné la blusa blanca. Le ayudé a sacarsela. Esta vez Julie llevaba un conjunto ropa interior de color azul brillante muy llamativo y hermoso. Como las braguitas habían quedado arrugadas, acomodé el elástico de la cintura. La verdad es que lo hice sin pensarlo, pero noté que Julie enrojecía. Yo también debí ponerme colorado, pues noté calor en las mejillas y un poco de nervios.

— Tienes un conjunto de ropa interior muy bonito —balbuceé.
—  Gracias. El tuyo también es muy bonito. Me gusta mucho. Estás "preciosa".

En ese momento, Julie me levantó la falda del vestido y me acomodó el elástico de las bragas, exactamente igual que yo había hecho con ella. Yo estaba caliente y confundido y mi polla, aunque no muy grande, esta erecta y dura.

— Aquí tienes un bulto que no cuadra con el aspecto tan femenino que tienes — dijo Julie sonriendo pícaramente y tocándome la polla por encima de las bragas.

— Sam es realmente un amor, ¿no?
— Por supuesto.

Le ayudé a Julie a ponerse el vestido. Janice me mandó a ponerles un par de combinados y a hacer la cena. "Julie se queda a cenar."

Después de cenar los tres, les serví otra bebida, retiré la mesa, fregué y limpié la cocina. Cuando volví al salón, las dos chicas estaban cotilleando sobre los compañeros de la oficina. Janice me indicó con la mano que me sentara en el suelo a sus pies. Cuando lo hice, me indicó, señalando sus pies, que le sacara los zapatos y le diera un masaje en los pies. Normalmente yo me sentaba en el sofá para hacer esto, pero ahora Julie ocupaba mi lugar. Hice lo que Jan me había ordenado. Después de acabar con sus dos pies, Janice me cogió con los dedos las oreja, tiró para arriba y me ordenó que siguiera con los pies de Julie. Yo me sentí terriblemente humillado y ofendido.

Ellas dos siguieron con su charla. Cuando después de otros veinte minutos acabé con el masaje de ambos pies de Julie, ella me lo agradeció muy amablemente:

— Gracias Sam. Eres muy bueno dando masajes en los pies. La verdad es que mecesitaba un masaje. Tantas horas de trabajo te deja unos pies duros y rígidos. Te lo agradezco mucho, Sam.

Elevando los pies de mi falda, Julie me dio su vaso vacío y yo, sin esperar una orden, fui al mueble bar a llenar los vasos otra vez. Cuando volví, Julie me dio las gracias:

— Gracias, Sam.
— De nada, señora —contesté sin pensarlo.

Me retiré confundido. No sé porqué usé la expresión "señora" si Julie tenía mi misma edad. Debía ser que tanta humillación me estaba afectando la cabeza.

Janice me informó que Julie se quedaría esa noche a dormir en nuestra casa:

— Es muy tarde para que Julie se vaya a casa así que se quedará a dormir con nosotros. Ella dormirá en tu cama y tú en el sofá cama. Pero tienes que cambiar las sábanas de tu cama. Hazlo ahora mismo.

Es cierto que era muy tarde pero eso era una mera excusa. El metro cerraba en 10 minutos pero, como ya he dicho, tenemos un coche y podía llevarla a su casa. Pero así es mi vida: tengo que cumplir las órdenes sin cuestionarlas. Después de hacerlo, volví al salón donde las chicas estaban hablando y acabando las bebidas. de alguna manera estaba contento, pues se acababa el día y con él, las humillaciones. Pero era demasiado optimista.

— Ponte tu conjunto amarillo y tu camisón del mismo color y después ven. Te esperamos aquí acabando las bebidas.

El conjunto de bragas, sostén y camisón amarillo era el más bonito que tenía, pero también era el más corto y, para mi, el más humillante. Tenía un dobladillo con volantes en la cintura de las bragas y un lazo amarillo en el sujetador. Janice me había hecho bordar una pequeña S con satin en el borde superior del camisón. El conjunto también incluía una cita amarilla de satén que até en una coleta (obviamente, de mi peluca). Completaba el conjunto unas pantuflas amarillas con el borde esponjoso. Mis partes íntimas quedaban muy a la vista. Tal como me había enseñado Janice, comprobé como me quedaba el conjunto frente al espejo.

Cuando volvi, Janice dio un silbido de admiración y dijo:

— Wow. Estas muy bella y hermosa. ¿No te parece, Julie?
— Es cierto. Ya me gustaría ser tan guapa como Sam —bromeó Julie con una sonrisita.
— Da una vuelta despacio para que te podamos observar bien.

Así lo hice. Las bragas por detrás apenas me tapaban las nalgas.

— Sencillamente adorable. ¿No compartes mi opinión, Julie?
— Eres fantástica, Sam. Ciertamente, Janice, tienes un no-vi-o que es una maravilla. Parece una muñeca.

Julie remarcó las sílabas de novio e hizo un gesto con los dedos índice y medio de ambas manos como si fueran comillas, como poniendo en duda mi virilidad, lo que, por otra parte, era evidente. Si hubiera sido un hombre de verdad, me había enfrentado a la vida en vez de someterme a las humillaciones de dos mujeres.

— Tienes unas piernas maravillosas que serían la envidia de muchas mujeres. ¿Tú que piensas, Julie?
— Creo que Sam debería haber nacido mujer. ¡Es tan hermosa! Creo que deberías préstarmela alguna vez, Janice.
— ¿Y tu novio?
— Estoy por mandarlo a la mier... Quiero decir, voy a dejarle. ¡Es tan machista y bruto!
— Pues entonces, deberías buscar una novia como Sam. Deberías buscarla en internet.

Podrá parecer estúpido, pero aquellos halagos me emocionaron.

— Danos un beso de buenas noches, a las dos, en la mejilla —dijo Jan.

— ¿A las dos?
— Por supuesto.

Janice no perdía la oportunidad de humillarme más. Ahora me obligaba a despedirme de ambas con un beso en la mejilla, como si fuese un niño pequeño.

Creo que es momento de hacer hincapié en mis sentimientos. Tenía unos sentimientos encontrados sobre las dos visitas de Julie. Hasta antes de la primera visita, mi sumisión a Janice era un asunto estrictamente privado. Incluso bajábamos las persianas y corríamos las cortinas de las ventanas para que los vecinos no se enteraran de nada.

Pero la primera visita de Julie, aunque privada, suponía poner en público nuestra relación. Suponiendo que Jan le hubiese pedido que todo quedara en privado, pensar que una mujer pudiera guardar un secreto era como pedir peras al olmo. Y la verdad es que ni siquiera sabía que Jan le hubiese pedido que no difundiera el tema. ¿Alguien de la oficina sabía algo? ¿Era posible que todo se difundiera? No había comentado nada al respecto con Jan, bien por miedo a la reacción de mi novia, bien porque confiaba en ella.

Creí que era el momento de retirarme así que emprendí el camino a la cocina a limpiar los vasos de las chicas cuando Janice me paró:

— Creo que se te olvida algo, amor.

Durante unos segundos me quedé pensando hasta que caí en la cuenta. Dejé ambos vasos encima de la mesa, me puse enfrente de Janice, me arrodillé, metí ambas manos por debajo de su falda y tiré de su par de bragas hasta abajo. Cuando las bragas llegaron al suelo, Jan se hizo a un lado para salir de ellas. Después me incorporé.

— Sam me lava todas las noches las bragas a mano y las tiende en su cuarto de baño. ¿Quieres que haga lo mismo contigo?
— Por supuesto.
— Bueno, Sam, ya sabes lo que tienes que hacer.

Dejé las bragas en la mesa, me arrodillé a los pies de Julie y repetí la operación. Como el vestido de Julie era muy corto, pude ver durante unos segundos su coño.

—Bueño, cariño, ya sabes lo que tienes que hacer con la ropa. Vete a la cama y mañana ya sabes que tienes tarea doble.