sábado, 25 de febrero de 2012

Un matrimonio "normal"

Mis padres eran ricos, y yo hija única. Estudié en el mejor colegio de mi ciudad, y más tarde, estudié economía en Londres, en la London School of Economics. Allí conocía, por medio de otra estudiante, el mundo femdom. Cuando regresé a España, empecé a trabajar en la empresa de papá, y no paraba de recibir indirectas por parte de mis progenitores para enfilar cara al matrimonio. Era lógico: hija única, ya acabada mi carrera universitaria, trabajando en la empresa de papá, ellos deseaban asegurar que todo el esfuerzo de su vida progresando no podía terminar cuando yo despareciera de la faz de la tierra. No sólo buscaban que me casase, sino que les diera nietos. Pero yo no estaba por la labor de tener un matrimonio a la antigua usanza como mi padres. Ni tampoco un matrimonio normal como los de mi generación. Yo buscaba algo diferente: un matrimonio femdom, donde yo pudiera hacer y deshacer a mi antojo, sin ni siquiera consultar con mi marido. De alguna forma tenía las ventajas de la soltería (hacer lo que una quiere) y el matrimonio: tener una vida familiar, hijos, etc.

Este año celebramos el décimo aniversario de boda, y creo que es el momento de hacer una pequeña recapitulación de lo que ha sido mi vida desde entonces.

Mi nombre es Laura, y conocí a Fernando por medio de una web de contactos sexuales de todo tipo: hetero, homos, tríos, intercambio de parejas, sexo en grupo, poliamor, BDSM, etc. En aquella época lo del femdom no era apenas conocido en España, así que sólo recibí dos respuestas. La que elegí era la de Fernando. La verdad es que si sólo hubiera recibido su respuesta, hubiera sido suficiente, porque él estaba muy convencido de lo que quería, y que además coincidía con mis deseos.Contacté con él y, naturalmente, le dije que había recibido cientos de respuestas, lo que era tan falso como la existencia de los billetes de 500 euros, je, je, je. La verdad es que Fernando estaba bastante bien físicamente. Era guapo de cara pero tenía unos kilitos de más que yo le obligué a sacárselos de encima en cuanto nos pusimos de novios. Año y medio después de conocernos, nos casamos en un sábado del mes de mayo de 2001. La boda fue de los más convencional y clásica que te puedas echar a la cara, y como mis papis tenían dinero, fue por todo lo alto, como está mandado. Casi 500 invitados, un menú carísimo con marisco y jamón pata negra, champán caro, una orquesta para bailar. Como mis padres, además de muy conservadores son ultra católicos, Fernando y yo vamos a misa todos los domingos por la mañana en que estamos en la ciudad. Cuando viajamos no nos acercamos a una iglesia ni aunque sea un monumento histórico y artístico. Pero yo me propuse mantener una apariencia conservadora y que el estilo femdom quedase solo en la intimidad de casa. Si a mis viejos les gustaba eso, y además ellos tenían el control de nuestro dinero y de nuestro patrimonio, no me costaba mucho esfuerzo darles gusto en eso.

Para resumir lo que ha pasado en estos diez años, yo tuve dos hijas (recalco, YO tuve dos hijas), Catalina y Magda, mi padre falleció de un ataque al corazón hace 5 años y cuatro meses después, mi madre contrajo Alzheimer y la tuve que internar en una asilo. Al principio iba a verla los domingos, pero como no me reconocía y hablarle era como hablar a una pared, abandoné mis visitas dominicales al asilo. De este modo yo me hice cargo del patrimonio familiar, así como ya tenía la completa dirección de los asuntos familiares ya desde antes de la boda.

Las condiciones que le impuse a Fernando son muy duras y se las expliqué claramente a Fernando antes de formalizar nuestro compromiso matrimonial. Aceptó todas con total sumisión a mis deseos:

  • Lo primero es asegurarme que Fernando quedara financieramente vinculado a mi de forma subordinada. En palabras palabras, asegurarme de que si se divorciara alguna vez, se vería de patitas en la calle con una mano delante y otra detrás.
  • Lo segundo, le aseguré que nunca me vería desnuda. Todo lo más aproximado a la desnudez sería con un bikini en la playa o en una piscina, o con bragas y sujetador en casa. Esto me obligó a poner un pestillo en la puerta de nuestro dormitorio por la parte de dentro y, cuando me cambio de ropa o salgo de la ducha, me encierro por dentro para evitar que Fernando entre aún incluso sin saber.
  • Lo tercero, que nunca haríamos el amor. Concretando más, nunca follaríamos ni yo chuparía su polla. Como le dije gráficamente, su polla nunca entraría en ningún agujero de mi cuerpo. Tampoco el ano, por supuesto. Nunca sexo con penetración ni chupadas de polla.
  • Lo cuarto, Fernando trabajaría en una empresa de nuestra propiedad, con un trabajo subalterno y con un sueldo de mierda, sueldo que yo cobraría. Su horario de trabajo estaba subordinado a los horarios escolares de los hijos que fuéramos a tener. Cuando los niños tuvieran vacaciones, él dejaría de trabajar y se dedicaría a ellos por completo. Yo amo a mis hijos, en mi caso dos niñas como ya he dicho, y quiero que mis hijas tengan toda la atención del mundo necesaria para que se desarrollen humanamente como personas. Ellas no tienen la culpa de que su madre esté muy ocupada trabajando.
  • El quinto punto se deduce del tercero. Si tuve dos hijas y Fernando y yo no hemos follado nunca, y yo no soy la Virgen María, mis hijas tienen que tener un padre. Catalina y Magda tienen un padre legal, mi marido, quién las inscribió en el registro civil como hijas suyas, y un padre genético, que nadie sabe quién es, ni siquiera yo. Además me aseguré de que los padres fueran distintos. Lo acabaré de explicar más adelante.
  • El sexto punto consiste en que Fernando nunca folla (tampoco se masturba), ni conmigo ni con nadie más. El mismo día de la boda llevaba puesto una jaulita para el pene, yo lo llamo así, un aparatito con candado que sólo le permite orinar. Este aparato (CB-3000) le impide tener una erección, con lo que no puede tener ningún tipo de relación, ni siquiera la masturbación. Yo guardo las llaves en la caja fuerte de casa, que es electrónica y no tiene llave. La única persona que sabe la combinación es la misma que escribe estas líneas. Solo le quito la jaulita una vez al día por la noche para permitirle ducharse, lavarse la polla y la jaulita. Yo me obligué a hacerlo así por higiene. Los hombres en general son muy guarros, pero para mi la higiene es una cosa fundamental, y yo quiero que descapulle y se limpie bien la polla por los entresijos de esa piel que se retira para atrás. Pero eso me obliga a estar en el cuarto de baño mientras se ducha para vigilar que no se masturbe mientras se ducha. Al principio de nuestra vida matrimonial yo le sacaba y le ponía la jaulita, pero la rutina acaba con todo placer y, si bien antes me gustaba hacerlo, ahora dejo que él lo haga solito. Curiosamente, aunque planifiqué que el pobre de mi maridito nunca usaría su pene más que para orinar, a veces las cosas no salen exactamente como hemos planificado. En ocasiones, mi marido eyacula con su pene metido en la jaulita y sin erección. Es raro pero es así. Es algo así como si su cuerpo tuviera que expulsar una mínima cantidad de semen al cabo del año.
En la noche de bodas me llevé a casa a tres amigos, dos eran amigos míos con los que follé en mi juventud y el tercero era amigo de Fernando. Los tres eran y son de mucha confianza. Até a mi recién estrenado marido a una silla y le puse de cara a la pared en el dormitorio matrimonial con la jaulita puesta para que no se masturbara a mis espaldas. Yo follé con los tres durante el resto de la noche mientras Fernando podía escuchar mis gemidos. Gemí más y más fuerte de lo común para asegurarme de que me oyera bien. Al día siguiente al mediodía saqué unas fotos mías chupando las pollas de mis amantes, pero sólo se me veía la cara, los hombros y un poco más. Se me veía el nacimiento de mis senos, pero nada más. Lo hice adrede para ponerle cachondo. La noche siguiente fue igual.

Nos fuimos de luna de miel al Caribe, pero Julián, el amigo de él, se vino con nosotros. Él iba en el mismo avión que nosotros y tenía reservada una habitación en el mismo hotel, pero su habitación la ocupó mi marido, mientras él compartía la cama conmigo. De estas relaciones nació mi hija mayor, Catalina, exactamente nueve meses después, en febrero del 2002. No se parece mucho a mi marido, pero nadie puede asegurar a simple vista que no es hija suya. Ni salió mulata, ni medio oriental o algo parecido, y como eso de los parecidos siempre es una cosa subjetiva, nadie sospecha nada, o si lo sospecha, a mi no me ha llegado ningún rumor.

Con respecto a Magda, hice las cosas de modo diferente. En las Semana Santa de 2003 me fui a una casa de campo con dos hombres de negocios clientes míos. Ellos no sabían nada de mi vida personal, ni tampoco que yo tenía planificado quedarme embarazada. Uno de ellos, David, que por cierto es el mejor amante que he conocido, se convirtió en mi paternaire exclusivo durante varios años hasta hace poco. Repetimos durante varias veces en casa de él, pero nos enamoramos perdidamente los dos, el uno del otro. Durante años fue la única persona con la que mantuve relaciones sexuales. Se podría decir que le fui fiel. Los dos compramos un departamento cada uno en Santa Pola, en Alicante, y además en el mismo edificio. Así yo tenía una doble ventaja: mientras en verano y en Semana Santa y algún puente compartía el día en la playa con mis dos hijas, por la noche follaba con él. Las nenas, por supuesto, no se daban cuenta de nada. Además, yo procuraba agotarlas durante el día: jugábamos a la pelota en la playa, nadábamos, las llevaba a un centro de juegos para niños, a dar largos paseos por la playa o por el paseo marítimo, etc. Después de cenar se quedaban dormidas como troncos y yo me subía al departamento de David. Mi marido limpiaba los dos departamentos durante el día, compraba, cocinaba, lavaba, etc. Para ser sincera, mi marido ha aprendido a cocinar durante todos estos años y lo hace muy bien. Le gusta cocinar y a mi y a las niñas comer lo que hace. Lo apunté aun curso de cocina para amas de casa. Como ahora está de moda que los hombres cocinen y alardeen de ello, nadie lo ve extraño.

Por razones que no vienen al caso, mi relación con David se fue deteriorando un año y medio antes de nuestro aniversario de boda. La ruptura me afectó bastante y me vino una pequeña depre, pero tuve que ir a un psicólogo. Lo que le pasó a David a es que acabó buscando un matrimonio convencional, y yo que le creí cuando me decía: No puedo vivir sin tí. Y entonces pensé: como dice el refrán, A rey muerto, rey puesto. Como tenía a Fernando como canguro, no me lo pensé dos veces y me fui sola al Caribe. Follé como una loca hasta que ni kiki estaba más escozío que el culo de un bebé. Y a la vuelta conocí a Arturo. Él tiene una esclava llamada Antonia, la Toñi, como la llamamos. A Arturo le conocí contestando un anuncio en la misma página web por medio de la cual conocí a Fernando. El anuncio decía que amo con esclava buscaba ama con esclavo para compartir experiencias y algo más.

Arturo hizo que me reencontrara con el Femdom y el BDSM. En realidad nunca le había pegado a Fernando. Nuestra relación había sido más bien distante y se resumía en dos cosas: yo le daba órdenes y él las cumplía, y nada más. A pesar de todo lo que he contado, nosotros teníamos relaciones sexuales. Descontado la penetración (vaginal o anal) y el sexo oral de yo hacia él, la única posibilidad era el sexo oral al revés, de él hacia mi. Una vez las niñas se dormían, Fernando y yo íbamos a nuestra alcoba y yo cerraba el pestillo por dentro. Le hacía desnudar, le ponía de rodillas frente a la cama, le ataba las manos detrás con un pañuelo grande de los que usamos las mujeres en invierno y, con otro le vendaba los ojos. Después me desnudaba de la cintura para abajo y me sentaba en el borde de la cama con mi coño bien enfrente de él. Le agarraba por la nuca para guiar su cabeza hacia mi entre pierna y me entregaba al placer del cunilingus.

Pero ahora con Arturo nuestras relaciones eran diferentes. Empecé a pegarle en las nalgas con un cintirón y disfrutaba con ello. Me compré un strapon, uno de tamaño pequeño, y le penetraba por el ano. Al principio le hacía que me chupara mi polla y después le penetraba. Después hice al revés, primero le penetraba y después le obligaba na chupármela. Esto le obligó a que si no quería comerse su propia caquita, a hacerse un lavado interno rectal. Después me compré otro más grande y después otro aún mayor, enorme.

A veces hacíamos un sandwich. Pongo a Fernando de pie, con los ojos vendados, delante de la mesa del comedor con la cintura doblada en 90º y con su cara totalmente apoyada en la mesa. De este modo su culo se me ofrecía de forma apetitosa y fácilmente abordable. Yo le penetraba por detrás, y Arturo me penetraba, a veces vaginalmente, a veces analmente. Las primeras veces nos resultaba un poco complicado coordinar los movimientos de los tres y por ello, menos placentero de lo que nos imaginábamos. Pero poco a poco fuimos encontrándole el tranquillo, como se dice coloquialmente, y disfrutamos mucho del placer.

Naturalmente, hacemos todo esto cuando las niñas están dormidas. Aún son pequeñas y Fernando y yo las cansamos llevándolas al parque a jugar, de compras, y los sábados les he buscado una actividad física que las cansa y que disfrutan, el balonmano. Los sábados después de cenar les doy un baño bien calentito y ellas se duermen hacia las 11 de la noche y nosotros cuatro disfrutamos de nuestros jueguitos sexuales.

Desde que conocí a Arturo y Toñi mi vida ha mejorado. Con mi vida anterior me iba convirtiendo poco a poco en una ninfómana, pero ahora todo a mejorado. Disfruto más del sexo los cuatro juntos y no tengo esa afán compulsivo del sexo como antes.