martes, 4 de marzo de 2014

Confesión de la recién casada

Esta historia la inventé yo, es anónima y, por lo tanto, de dominio público, por lo que puede ser reproducida de cualquier modo. Sólo para adultos.

Personajes:
Cindy: esposa, zorra
Carl: marido, cornudo


¿Te imaginas que, después de dos meses de casado, descubres que tu mujer es una zorra que se ha acostado con otros hombres incluso después de la boda? ¿Te imaginas que es ella misma quién te lo confiesa? Te imaginas que además te dice que está embarazada y que tú no eres el padre?

Unos días antes habíamos cumplido lo dos meses de casados. Una tarde me dice el famoso y temido: "Cariño, tenemos que hablar"

"Cariño, tengo que decirte que estoy embarazada," me dijo Cindy un sábado por la tarde.

"Pero ¿cómo es posible si yo siempre he usado condones? ¿Alguna vez notaste algo raro, como un líquido entrando en tu vagina? Quizás alguno estuviera pinchado. No es muy frecuente, pero a veces pasa."

"No cariño, no es por eso. Tal como te dije antes de casarnos, no eres el primer novio que he tenido."

"Si, lo sé, amor. Tu tampoco eres mi primera novia, pero eso es normal. Pero tampoco veo la relación con..."

"Bueno, cielo, sé paciente. Yo te lo cuento todo brevemente. Desde los quince he tenido relaciones con chicos y hombres. En realidad creo que tengo algo de ninfómana. Nada más he estado con un hombre que ya deseo estar con otro. Desde los quince he tenido cientos de amantes. He visto de todo: hombres con una polla pequeña o con una polla enorme, hombres cuya polla apenas me cabía en la boca y tenía que forzar los músculos de la boca para metermela, hombres que me hacían algo de daño al follarme. Pero todo siempre fue una cosa física, nunca hubo romanticismo, ni amor, ni consideración del uno con el otro."

Mis ánimos se vinieron abajo. Intuía lo que usted, querida lectora o lector, debe estar imaginando.

"Cariño, yo te amo mucho. Éres el único que me ha tratado como una dama, con cortesía, el único que me ha respetado, el único que me ha abierto su corazón, el único que me ha escuchado con amor, al único al que he abierto mi corazón tal como lo estoy haciendo ahora."

Escuchando las confesiones de mi esposa, empecé a sentirme ligeramente mareado. De repente, era como si se hubiese desatado una repentina ola de calor que sólo me afectaba a mí. Me desabroché el botón superior de la camisa. Ella coninuó:

"Cariño, nunca dije nada antes por miedo a perderte. Yo estoy enamorada de tí y quiero seguir a tu lado."

"¡Ah, si!" - estallé gritando. "Enamorada de mi, pero parece que insinuas que has tenido relaciones con cientos de hombres a tus 24 años."

"Si cariño, pero tú has sido el único del que me he enamorado. Estoy loca de amor por tí. Eres el único hombre de mi vida. Además, eres el único que me ha hecho el cunnilingus. Y por cierto, lo haces muy bien. Eres todo un artista del cuni."

"Estas perdidamente enamorada de mi y soy el mejor chupando tu coño... Bueno, no es exactamente así. Soy el único que te ha hecho un cuni. Está muy bien, pero ¿en lo del coito?"

"Bueno, cariño, la habilidad que te sobra en la boca te falta en el pitulín. No, no es que no me sastifagas nunca, pero a tí te gusta el sexo menos que a mi. Yo necesito el sexo a diario, pero contigo, a pesar de que estamos recién casados y somos muy jóvenes, no logro el orgasmo más de una vez a la semana. Tu tienes bastante con un par de veces a la semana, a veces tres semanales, pero no siempre logras..., como diría, hacerme llegar al cielo."

"Entonces..."

"Dos de cada tres veces fingo."

Preferí cambiar de tema, ya que este no me resultaba muy agradable para mi orgullo varonil.

"¿Quién es el padre? ¿Podría ser cualquier hombre de esta ciudad?"

"No, no, eso no es cierto. Sólo hay cuatro posibles candidatos y a los cuatro conoces: en los últimos meses sólo he tenido, aparte de contigo, relaciones con Mike, Joe, Pete y Josh. Sólo cuatro. Contigo siempre usé preservativo, pero con ellos cuatro nunca. De este modo, el padre sólo puede ser uno de ellos, pero no tu."

"¡Sólo cuatro!" exclamé gritando. "¡Sólo cuatro!" "¡Sólo cuatro!" repetí como si fuera un número mágico."

Creo que Cindy pensó que lo mejor era esperar a que me calmara, a que me serenara, porque no dijo nada. Seguramente si me hubiera pedido que me calmara, me hubiera enojado y gritado aún más. Poco a poco, mi corazón empezó a latir más despacio.

De repente, una idea me vino a la cabeza:

"¿Por qué no abortas?"

"No cariño. Yo te amo. Y me gustan los niños..."

La interrumpí:

"Puedes abortar y después quedarte embarazada de mi. Así de fácil."

"No amor. Quiero seguir disfrutando de mis amantes, pero quiero compartir la vida contigo. No me gusta hacerlo con preservativo."

"Pero conmigo si lo haces con condón."

"Lo sé amor, pero no quería que te quedara duda de que tu no eres el padre. Te habrías pasado toda la vida preguntándote si tu eres el padre. De este modo no hay duda. No eres el padre. Rotundamente no."

"¿Por qué me lo cuentas todo? Millones de hombres en todo el mundo viven en la ignorancia creyendo que sus hijos son sus hijos e ignorando que son hijos de otros. Y muchos hijos desconocen que su padre no es realmente quién creen que es."

"Si amor, muchos hombres viven en la ignorancia pero me parece que es algo muy antiguo. No se puede construir un matrimonio sobre el engaño permanente. Nosotros tenemos que ser un matrimonio moderno. La esposa ya no es la esclava del marido y de los hijos, sino que tiene una vida propia aparte de la familia."


Una idea rara me asaltó la mente enseguida. La solté como si fuera un insulto:

"No querrás... no querrás... No me digas que quieres que lo adopte."

"No cariño, no puedes adoptar a tus propios hijos..., perdón, quiero decir, al hijo de tu propia esposa. Para ello primero tendrías que conseguir que no fuera inscrito en el Registro como hijo tuyo."

Cómo puedes imaginar, mi esposa es abogada.

"Bueno, bueno..., me equivoqué. Ya sabes que no entiendo de leyes. Quería decir que imagino que no querrás que lo inscriba como hijo mio."

"Pue si, precisamente quiero eso. Quiero criarlo en nuestro hogar, en nuestra familia, siendo mi marido su padre legal. Eres un hombre maravilloso y estoy enamorada de ti. Me gustan mucho los niños y sé que a ti también te gustan los niños. Podemos ser los tres muy felices."

Me volví a acalorar.

"¡Esto es el colmo!" estallé. "Voy a dar un paseo caminando para bajar la tensión porque estoy que me subo por las paredes."

"Será lo mejor, cariño."

Salí dando un portazo. Empecé a caminar deprisa, pero pronto me cansé. Me detuve a tomar una cerveza en una terraza. Era a principios del verano y la gente disfrutaba de una idílica tarde soleada.

De repente, me di cuenta que estaba cerca de la casa de mis suegros. No es extraño porque yo vivo casi en un extremo de una avenida de nuestra ciudad y mis suegros viven cerca de la otra punta. No sé porqué pero decidí ir a hablar con ellos.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

CONTINÚA EN CONFESIÓN DE LA RECIEN CASADA 2 (enlace)