jueves, 10 de octubre de 2013

Bobbi y Larry (RWDDH)

  1. Las mujeres de verdad no trabajan en casa

Bobbi y Larry tenían un matrimonio normal desde hacía 7 años. Cuando Bobbi empezó a ir a un gimnasio, las cosas empezaron a cambiar.

Larry se dio cuenta de que Bobbi se había sexualmente más agresiva en la cama y más asertiva en sus relaciones con Larry. Bobbi también empezó a tomar la iniciativa en el tema sexual, cosa que nunca antes había pasado. Por supuesto, él disfrutó de su mayor interés en el sexo. También encontró nuevas sensaciones extrañas que brotaban de su interior. Por primer vez en su vida, y sin saber la causa, sintió el deseo irresistible de ceder ante ella. Quería permitirle que se saliera con la suya incluso en las disputas más pueriles.

Como Bobbi iba al gimnasio después de trabajar, llegaba tarde a casa. Además, siendo tan comunicativa y extrovertida como era, trabó amistad con la pareja propietaria del gimnasio, un matrimonio de la edad de ellos, algo más de 30 años de edad. Al finalizar sus ejercicios, empezó a quedarse un rato a charlar con ambos, y ese lapso de tiempo fue alargándose más y más. Hablaban de todo tipo de temas, empezando al principio por los temas del ejercicio, la salud y la alimentación (ella era médico dietista). Pero pronto la relación entre los tres fue mejorando y haciéndose más estrecha, y cada día que pasaba, sus tardazas eran más largas. Bobbi, al cabo de unos meses, quiso tomar la sauna después de sus ejercicios. Lo encontraba muy relajante después de una dura jornada laboral.

Naturalmente, la pareja, con tal de conseguir un cliente más, trataron de que Bobbi convenciera a su marido de acudir al gimnasio, pero aunque Bobbi lo intentó de corazón, fue imposible. "Larry no es amante del gimnasio," advirtió Bobbi. Y así fue.

Larry solía llegar a casa un poco antes que Bobbi, pero nada más llegar, esta preparaba sus cosas y se iba al gimnasio. Después volvía muy tarde. Larry no tuvo más remedio que encargarse de todas las tareas diarias de la casa, desde limpiar a cocinar. Y, sinceramente, no lo lamentaba. Él se extrañaba de disfrutar realizando las tareas del hogar que siempre había detestado.