domingo, 13 de octubre de 2013

Guía de novias para entrenar a sus maridos 2

La actitud de mi marido cambió radicalmente. No sólo hizo su parte de las tareas domésticas, sino que hizo mi parte también, es decir, todas, el 100 por cien. No me dejaba hacer nada, absolutamente nada. Al principio no me lo creía, pensaba que le pasaría pronto.  Pero no fue así. Pronto me acostumbré a que él lo hiciera todo, y yo nada. Al principio hubo algún pequeño problema, como cuando no hacía las cosas bien del todo. Las hacía, pero no estaban perfectas. Yo le regañaba: "Está bien que lo quieras hacer todo tú, pero si lo haces, hazlo bien. No lo hagas deprisa y corriendo, sino despacio y a fondo." Ya sabeis como son los hombres. Les gusta hacer las cosas incompletas y mal hechas. Quizás yo sea demasiado perfeccionista, pero me gustan las cosas así.

Él hace la limpieza de la casa, de la ropa, del calzado, de los dos coches que tenemos (incluso llena el mío de combustible, le mira la presión de las ruedas y las infla cuando hace falta  y se preocupa de llevarlo al taller cuando le toca la revisión). Hizo un cursillo de cocina, y aunque yo a veces cocino (casi siempre los fines de semana), sobre todo cuando él está muy agobiado de faena, gran parte de las comidas las hace él.

Hizo un cursillo sobre masajes, y en mi cumple, me regaló una camilla para hacer masajes. No es lo mismo dar un masaje en la cama. La camilla está a mayor altura, lo que le permite estar de pie. Y da unos masajes que son la gloria.

Cuando yo tengo interés en ver la tele, me siento en el sillón y me da masajes en los pies. No me da masajes de cinco minutos, sino de media hora. Y mientras tanto, me prepara y me sirve un combinado.

De vez en cuando me da una sorpresa y me prepara una cena romántica, con velas, música suave y un menú especial.