"Uh! Uh! Uh!" Gemí, pronunciando el sonido cada segundo más o menos a un ritmo constante sin interrupción. Este era el tiempo que Vanessa necesitaba para meter y sacar el grueso consolador de mi culo. Levanté la vista hacia ella, hacia sus brillantes ojos, mis tobillos sobre sus hombros, y sentí mucho amor.
Fue un regalo. Yo solo tenía que permanecer echado, con las palmas de mis manos a mi lado sobre el colchón y disfrutar. Yo solo tenía que ser pasivo en esta follada, deliciosamente pasivo. Sus caderas abofeteaban la parte posterior de mis muslos y la parte inferior de mis nalgas. Su espalda era el músculo que conducía el largo y grueso instrumento al interior del hogar una y otra vez. Su frente estaba cubierta de transpiración.
Cerré mis ojos sabiendo que me correría muy pronto si me fijaba en los detalles. Aún así, yo podía ver sus pechos balanceándose pesadamente (y temblando como sus caderas). Podía ver su melena balanceándose al ritmo de la follada. Podía ver sus pendientes casi golpeando mis piernas. Pero sobre todo, podía ver su dulce y familiar sonrisa. Ella sabía que me estaba enviando al cielo, cada vez más cerca con cada impulso. Ella sabía que estaba al cargo de mi placer y estaba asumiendo, con mucho gusto, su placer.
De repente, ella empezó a ir más despacio. Mis ojos bien abiertos, mi alma demandando que continuara. ¿Por qué estaba parando? Yo estaba TAN cerca.
Sacó el dildo de mi, y podría jurar que lo vi echar humo. Fue hasta el bolso y sacó de él otro dildo.
No pude hablar, mientras veía que ella sacaba el dildo del arnés y lo reemplazaba por el nuevo.
Grande no era la palabra correcta. Enorme era la palabra que se ajustaba más. Por lo menos tenía 7 cms. de diámetro y 30 de largo.También tenía unas bolas enormes y gruesas venas. Si no estuviera tan caliente, estaría avergonzado de mis propias medidas.
Volvió a la cama y se puso a mi lado. Su rostro estaba enmarcado por su pelo, y brillaba por la luz de la lampara de su mesita de noche. Parecía un ángel. Acercó sus labios a los mios y me besó muy dulcemente. Nuestras manos explotaban el cuerpo del otro, mis dedos encontraron sus pezones, y los suyos los mios. Como hice una mueca de dolor por sus fuertes pellizcos, mi mano bajó hasta su coño. Cuando mi dedo se hundió entre sus labios, me mojé toda la mano de sus jugos vaginales.
No quería meterle prisa, porque me encanta el placer después de sufrir dolor en los pezones. Pero ella puso su pierna sobre la mía y me montó. Durante estas sesiones, siempre se ponía encima de mí. Ella controlaba así el tempo. Ella controlaba así la acción. Ella me controlaba y a los dos nos gustaba así.
Se sentó sobre mí. Luego se inclinó sobre mí para que su clítoris rozara mis genitales afeitados. Su humedad se sentía increíble sobre mi piel desnuda. Su coño me lamió, me ordeñó.
Ella pronunció las palabras: "Córrete dentro de mi".
Ya que había sido sido sodomizado recientemente y llevado al borde del orgasmo, lo hice con placer. Mi cuerpo suplicaba un orgasmo, pero ella llevó su boca sobre la mía. En mi parálisis de éxtasis, sondeó mi boca con su lengua, burlándose de mí, instándome a que continuara para darle un orgasmo. Llegué al cielo.
Apenas terminó, salió de mi apretando con su mano su coño para evitar que se perdiera el semen. Con un movimiento muy bien practicado, puso su cuerpo sobre mi cabeza y su coño sobre mi boca abierta. Sacó su mano y mi semen empezó a deslizarse desde su coño hasta mis labios. Todavía estaba un poco aturdido, por lo que gran parte cayó sobre mi cara, pero estiré el cuello y lamí su coño y el semen que fluía. Con sus dedos recogió el semen que estaba repartido por mi cara y acercó sus dedos a mi boca para que fuera tragándolo todo.
Volvió a ponerse en la posición anterior y a poner su coño en contacto con mi boca, y lo lamí mientras ella agitaba sus caderas. Metía mi lengua en su coño tan profunda como podía. Pronto llegó el momento en que empezó a correrse y sus flujos llegaron a mi boca y a mi lengua. Gemía y sus "oooh, oooh, oooh" pronto llegaron a mis oídos. Conforme llagaba al momento del máximo placer, frotaba su coño con más fuerza contra mi boca. Unos diez minutos después del primer orgasmo, llegó el segundo.
Cuando su climax pasó, me miró a la cara. Le gustaba ver las pruebas de su placer en mi cara. De pronto recordé el Jeff Stryker y pensé en retrasar el momento doloroso lo más posible. Le supliqué que me dejara lamer su ano. "Por favor, déjame comer tu culo, por favor". Con un gesto, accedió a mis deseos, aunque sé que ella lo deseaba también. Se echó sobre la cama boca abajo, yo puse su almohada y la mía debajo de sus caderas, para que su ano estuviese más disponible, y empecé a lamer. En un par de minutos, el agujerito se distendió y ella empezó a gemir, señal de que le gustaba. Al poco empezó a mover el culo con movimientos rítmicos, de arriba a abajo o de un lado al otro. Al principio noté un saborcito un poco acre, lo que me calentó un poco más. Recordé que sus braguitas tenían un pequeño círculo marrón, señal evidente de dicho saborcito. Siempre sospeché que ella lo hace aposta, ya que es muy limpia. Además, apenas hacía una hora que se había duchado. Sospecho que después de la ducha, se sienta en el bidet y hace esfuerzo para echar algo, aunque sea una cantidad infinitesimal, pero suficiente para darle su saborcito peculiar a su ano. Nunca me atrevía preguntarle, pero estoy convencido de que efectivamente, es así.
Al cabo de un rato, tuvo un orgasmo. Después se volvió para mirar y se quedó un ratito contemplando los restos de su orgasmo sobre mi barba y mi bigote. Acarició mi barbita, húmeda con mis propias babas que deposité en su ano y después recogí con la barba. Creo que fue ese el motivo por el que me prohibió que me afeitara.
- Sé que me has hecho perder tiempo para retrasar el momento de enfrentarte a mi Jeff Stryker, pero de nada te va a servir. Como dicen los subalternos al torero cuando llegó la hora de matar al toro: "Maestro, ha llegado la hora de la verdad. ¡Valor y al toro!
Se puso de pie, se calzó el aparato y me ordenó que le ayudara para atarlo detrás a su cintura. Me ordenó que me pusiera de rodillas en el suelo delante de ella y que le chupara su polla. Así lo hice, y tras breves minutos, me sacó el aparato de la boca y ordenó que le trajera de su mesita de noche un botecito de vaselina: "Creo que hoy, por ser la primera vez, voy a poner esto. Ve al baño y ponte una lavativa anal."
A los diez minutos volví y ella estaba esperándome acostada en la cama con la polla tiesa. Primero me ordenó que le suplicara que me follara. Así lo hice, y siempre me hace hacer lo mismo, y siempre me resulta humillante.Después me hizo ponerme a cuatro patas, sobre la cama pero en el bode de la misma y ella se puso de pie justo tras mi trasero. Puso el bote de vaselina encima de mi espalda y me puso un poco en el ano. Pero después se quedó quieta y callada duran unos segundos, y me soltó: "Vamos a la ventana."
La casa, obviamente, tenía más de una ventana, pero en aquella situación, "la ventana" sólo podía significar la ventana del comedor. La ventana tenía debajo un radiador, y este estaba cubierto por un mueble de madera hecho ex profeso para tapar el radiador. La ventana solía estar abierta, era verano y hacía calor.
No era la primera vez que sucedía así, que cambiaba de opinión, y las otras veces íbamos los dos andando hasta la susodicha "ventana", Pero esta vez fue diferente. Ella me había obligado a adelgazar, desde los 85 kgs. a los 72. Ella, además, era profesora de educación física. No quiero decir con ello que fuera una mujer forzuda, una fisicoculturista, pero iba al gimnasio 6 días a la semana y estaba fuertecilla. Así que cuando me puse de pie, me dio el bote de vaselina para que lo llevara en la mano, me cogió de los muslos, justo por debajo del culo, me levantó en el aire, , y me llevó en volandas hasta la ventana. Durante esos segundos, mi polla y mis pelotas rozaban con las suyas.
La ventana estaba abierta. Le supliqué que la cerrara. Ni se dignó a contestarme. Me depositó sobre la tabla superior, se puso vaselina en uno de sus dedos y me penetró con él analmente. Después puso más vaselina, pero esta vez sobre"su polla", y me penetró. Tras unos cuantos embites, paró. No me atreví a preguntar. Me cogió otra vez y me levantó, y me llevó hacia la puerta de perfiles de aluminio y cristal que daba al balcón.
Estaba acostumbrado a no preguntarle nada, esa era una de sus reglas. Mi única obligación era obedecerla. Nada más. Así que me limité a obedecer, y desde esa altura, me incliné un poco para abrir la puerta. Al hacerlo, noté con más fuerza su polla en mi culo. Salimos afuera y apoyó mi culo sobre el alfeizar exterior de la misma ventana. Desde dentro, los posibles espectadores solo podían vernos desde la cintura para arriba. Al estar ahora afuera, en el balcón, se nos veía a los dos el cuerpo entero. Ella siguió con el mete-saca típico de la penetración.
Ella estaba de espaldas a los balcones y ventanas del edificio de enfrente, pero yo los tenía de cara. Miraba sin ver, pero en un momento vi un movimiento que me llamó la atención. Vi a una pareja que nos saludaba, que agitaba las manos en señal de saludo. Se lo dije:
Así lo hice. Nuestra luz de la terracita estaba apagada, así como las de nuestro piso, por lo que dudo que pudieran ver con detalle lo que pasaba. Pero supongo que se dieron una idea aproximada.
Al cabo de un buen tiempo, naturalmente el que ella considero conveniente, sacó su herramienta de mi culo y me ordenó que entrara. Después le saqué el Jeff Stryker de la cintura y lo lavé. Después cerré la casa o me aseguré de que todo estuviese cerrado. Antes de ir a nuestro dormitorio, miré por la ventana y vi a la pareja todavía mirando desde su balcón. Antes de acostarme, miré el despertador: eran casi las tres y diez.
Fue un regalo. Yo solo tenía que permanecer echado, con las palmas de mis manos a mi lado sobre el colchón y disfrutar. Yo solo tenía que ser pasivo en esta follada, deliciosamente pasivo. Sus caderas abofeteaban la parte posterior de mis muslos y la parte inferior de mis nalgas. Su espalda era el músculo que conducía el largo y grueso instrumento al interior del hogar una y otra vez. Su frente estaba cubierta de transpiración.
Cerré mis ojos sabiendo que me correría muy pronto si me fijaba en los detalles. Aún así, yo podía ver sus pechos balanceándose pesadamente (y temblando como sus caderas). Podía ver su melena balanceándose al ritmo de la follada. Podía ver sus pendientes casi golpeando mis piernas. Pero sobre todo, podía ver su dulce y familiar sonrisa. Ella sabía que me estaba enviando al cielo, cada vez más cerca con cada impulso. Ella sabía que estaba al cargo de mi placer y estaba asumiendo, con mucho gusto, su placer.
De repente, ella empezó a ir más despacio. Mis ojos bien abiertos, mi alma demandando que continuara. ¿Por qué estaba parando? Yo estaba TAN cerca.
- Tengo una sorpresa- dijo.
- ¿Oh?
Sacó el dildo de mi, y podría jurar que lo vi echar humo. Fue hasta el bolso y sacó de él otro dildo.
- Oh, Dios mío - murmuré.Nuestro dildo era enorme, 3,80 cms.de diámetro, 23 cms. de largo y blandito y suave, pero este nuevo juguete... wow.
- ¿Te gusta? - dijo.
No pude hablar, mientras veía que ella sacaba el dildo del arnés y lo reemplazaba por el nuevo.
- Se llama Jeff Stryker. Se supone que se llama así por el tipo que hizo de modelo para diseñarlo. ¿Es grande, no?
Grande no era la palabra correcta. Enorme era la palabra que se ajustaba más. Por lo menos tenía 7 cms. de diámetro y 30 de largo.También tenía unas bolas enormes y gruesas venas. Si no estuviera tan caliente, estaría avergonzado de mis propias medidas.
- Te voy a follar con esto, But.Vanesa sonrió con esa sonrisa suya dulce pero cargada un poco de malicia.
- Primero te vas a correr dentro de mi, y luego te tragarás todo el semen hasta que yo orgasme en tu boca. Cuando me corra lo suficiente, te daré el mejor orgasmo de tu vida, el orgasmo que tu realmente quieres.Durante la explicación se fue desabotonando el arnés que llevaba puesto.Vi otra vez su coñito húmedo de deseo y sus labios pidiendo ser lamidos. El pensar en que pronto los chuparía era muy excitante. Pronto su coño estaría expulsando mi semen, y yo estaría tragándomelo, Muy excitante, casi demasiado.
Volvió a la cama y se puso a mi lado. Su rostro estaba enmarcado por su pelo, y brillaba por la luz de la lampara de su mesita de noche. Parecía un ángel. Acercó sus labios a los mios y me besó muy dulcemente. Nuestras manos explotaban el cuerpo del otro, mis dedos encontraron sus pezones, y los suyos los mios. Como hice una mueca de dolor por sus fuertes pellizcos, mi mano bajó hasta su coño. Cuando mi dedo se hundió entre sus labios, me mojé toda la mano de sus jugos vaginales.
No quería meterle prisa, porque me encanta el placer después de sufrir dolor en los pezones. Pero ella puso su pierna sobre la mía y me montó. Durante estas sesiones, siempre se ponía encima de mí. Ella controlaba así el tempo. Ella controlaba así la acción. Ella me controlaba y a los dos nos gustaba así.
Se sentó sobre mí. Luego se inclinó sobre mí para que su clítoris rozara mis genitales afeitados. Su humedad se sentía increíble sobre mi piel desnuda. Su coño me lamió, me ordeñó.
Ella pronunció las palabras: "Córrete dentro de mi".
Ya que había sido sido sodomizado recientemente y llevado al borde del orgasmo, lo hice con placer. Mi cuerpo suplicaba un orgasmo, pero ella llevó su boca sobre la mía. En mi parálisis de éxtasis, sondeó mi boca con su lengua, burlándose de mí, instándome a que continuara para darle un orgasmo. Llegué al cielo.
Apenas terminó, salió de mi apretando con su mano su coño para evitar que se perdiera el semen. Con un movimiento muy bien practicado, puso su cuerpo sobre mi cabeza y su coño sobre mi boca abierta. Sacó su mano y mi semen empezó a deslizarse desde su coño hasta mis labios. Todavía estaba un poco aturdido, por lo que gran parte cayó sobre mi cara, pero estiré el cuello y lamí su coño y el semen que fluía. Con sus dedos recogió el semen que estaba repartido por mi cara y acercó sus dedos a mi boca para que fuera tragándolo todo.
Volvió a ponerse en la posición anterior y a poner su coño en contacto con mi boca, y lo lamí mientras ella agitaba sus caderas. Metía mi lengua en su coño tan profunda como podía. Pronto llegó el momento en que empezó a correrse y sus flujos llegaron a mi boca y a mi lengua. Gemía y sus "oooh, oooh, oooh" pronto llegaron a mis oídos. Conforme llagaba al momento del máximo placer, frotaba su coño con más fuerza contra mi boca. Unos diez minutos después del primer orgasmo, llegó el segundo.
Cuando su climax pasó, me miró a la cara. Le gustaba ver las pruebas de su placer en mi cara. De pronto recordé el Jeff Stryker y pensé en retrasar el momento doloroso lo más posible. Le supliqué que me dejara lamer su ano. "Por favor, déjame comer tu culo, por favor". Con un gesto, accedió a mis deseos, aunque sé que ella lo deseaba también. Se echó sobre la cama boca abajo, yo puse su almohada y la mía debajo de sus caderas, para que su ano estuviese más disponible, y empecé a lamer. En un par de minutos, el agujerito se distendió y ella empezó a gemir, señal de que le gustaba. Al poco empezó a mover el culo con movimientos rítmicos, de arriba a abajo o de un lado al otro. Al principio noté un saborcito un poco acre, lo que me calentó un poco más. Recordé que sus braguitas tenían un pequeño círculo marrón, señal evidente de dicho saborcito. Siempre sospeché que ella lo hace aposta, ya que es muy limpia. Además, apenas hacía una hora que se había duchado. Sospecho que después de la ducha, se sienta en el bidet y hace esfuerzo para echar algo, aunque sea una cantidad infinitesimal, pero suficiente para darle su saborcito peculiar a su ano. Nunca me atrevía preguntarle, pero estoy convencido de que efectivamente, es así.
Al cabo de un rato, tuvo un orgasmo. Después se volvió para mirar y se quedó un ratito contemplando los restos de su orgasmo sobre mi barba y mi bigote. Acarició mi barbita, húmeda con mis propias babas que deposité en su ano y después recogí con la barba. Creo que fue ese el motivo por el que me prohibió que me afeitara.
- Sé que me has hecho perder tiempo para retrasar el momento de enfrentarte a mi Jeff Stryker, pero de nada te va a servir. Como dicen los subalternos al torero cuando llegó la hora de matar al toro: "Maestro, ha llegado la hora de la verdad. ¡Valor y al toro!
Se puso de pie, se calzó el aparato y me ordenó que le ayudara para atarlo detrás a su cintura. Me ordenó que me pusiera de rodillas en el suelo delante de ella y que le chupara su polla. Así lo hice, y tras breves minutos, me sacó el aparato de la boca y ordenó que le trajera de su mesita de noche un botecito de vaselina: "Creo que hoy, por ser la primera vez, voy a poner esto. Ve al baño y ponte una lavativa anal."
A los diez minutos volví y ella estaba esperándome acostada en la cama con la polla tiesa. Primero me ordenó que le suplicara que me follara. Así lo hice, y siempre me hace hacer lo mismo, y siempre me resulta humillante.Después me hizo ponerme a cuatro patas, sobre la cama pero en el bode de la misma y ella se puso de pie justo tras mi trasero. Puso el bote de vaselina encima de mi espalda y me puso un poco en el ano. Pero después se quedó quieta y callada duran unos segundos, y me soltó: "Vamos a la ventana."
La casa, obviamente, tenía más de una ventana, pero en aquella situación, "la ventana" sólo podía significar la ventana del comedor. La ventana tenía debajo un radiador, y este estaba cubierto por un mueble de madera hecho ex profeso para tapar el radiador. La ventana solía estar abierta, era verano y hacía calor.
No era la primera vez que sucedía así, que cambiaba de opinión, y las otras veces íbamos los dos andando hasta la susodicha "ventana", Pero esta vez fue diferente. Ella me había obligado a adelgazar, desde los 85 kgs. a los 72. Ella, además, era profesora de educación física. No quiero decir con ello que fuera una mujer forzuda, una fisicoculturista, pero iba al gimnasio 6 días a la semana y estaba fuertecilla. Así que cuando me puse de pie, me dio el bote de vaselina para que lo llevara en la mano, me cogió de los muslos, justo por debajo del culo, me levantó en el aire, , y me llevó en volandas hasta la ventana. Durante esos segundos, mi polla y mis pelotas rozaban con las suyas.
La ventana estaba abierta. Le supliqué que la cerrara. Ni se dignó a contestarme. Me depositó sobre la tabla superior, se puso vaselina en uno de sus dedos y me penetró con él analmente. Después puso más vaselina, pero esta vez sobre"su polla", y me penetró. Tras unos cuantos embites, paró. No me atreví a preguntar. Me cogió otra vez y me levantó, y me llevó hacia la puerta de perfiles de aluminio y cristal que daba al balcón.
- Ábrela.
Estaba acostumbrado a no preguntarle nada, esa era una de sus reglas. Mi única obligación era obedecerla. Nada más. Así que me limité a obedecer, y desde esa altura, me incliné un poco para abrir la puerta. Al hacerlo, noté con más fuerza su polla en mi culo. Salimos afuera y apoyó mi culo sobre el alfeizar exterior de la misma ventana. Desde dentro, los posibles espectadores solo podían vernos desde la cintura para arriba. Al estar ahora afuera, en el balcón, se nos veía a los dos el cuerpo entero. Ella siguió con el mete-saca típico de la penetración.
Ella estaba de espaldas a los balcones y ventanas del edificio de enfrente, pero yo los tenía de cara. Miraba sin ver, pero en un momento vi un movimiento que me llamó la atención. Vi a una pareja que nos saludaba, que agitaba las manos en señal de saludo. Se lo dije:
- No seas maleducado y salúdalos -dijo ella sin perturbarse.
Así lo hice. Nuestra luz de la terracita estaba apagada, así como las de nuestro piso, por lo que dudo que pudieran ver con detalle lo que pasaba. Pero supongo que se dieron una idea aproximada.
Al cabo de un buen tiempo, naturalmente el que ella considero conveniente, sacó su herramienta de mi culo y me ordenó que entrara. Después le saqué el Jeff Stryker de la cintura y lo lavé. Después cerré la casa o me aseguré de que todo estuviese cerrado. Antes de ir a nuestro dormitorio, miré por la ventana y vi a la pareja todavía mirando desde su balcón. Antes de acostarme, miré el despertador: eran casi las tres y diez.