sábado, 15 de marzo de 2014

Como convertí a Peter en sumiso

Esta historia la inventé yo, es anónima y, por lo tanto, de dominio público, por lo que puede ser reproducida de cualquier modo. Sólo para adultos.

Personajes:
Val: esposa, dominatrix
Peter: marido, sumiso


Yo ya había obligado a Peter hacer toda la colada. Hay pocas cosas que me gusten menos que hacer la colada, y una de ellas es planchar. Así que Peter hace toda la plancha también. Él se ha vuelto bastante bueno planchando, realmente mejor que yo lo hice nunca. Pero al principio, tanto la colada como la plancha eran una pelea para él. La primera vez fue lamentable. Fue mejorando, despacio al principio. Fue la primera vez que le entrené en la colada y en la plancha, y a él no quería hacer estas cosas. Ahora está orgulloso de hacerlas.

Varios meses atrás leí un artículo en una revista de mujeres que me hizo pensar. Era un artículo sobre esposas que dejan sus tareas caseras a sus maridos o parejas. Bien, "dejar" no es exactamente la expresión, sino más bien "exigir". Algunos maridos permanecían en casa todo el día, otros trabajaban fuera. El artículo se refería a ellos como houseboys. Mientras que las revistas para mujeres que leía a menudo tienen artículos picantes, este estaba un poco por encima de la escala superior. Esto me hizo pensar y me puse a buscar en Internet. Busqué "houseboy". Al principios solo encontré entradas sobre relaciones gays, pero continué buscando y encontré algunos sitios de dominación femenina que hablaban sobre los houseboys.

Nunca antes había conocido la dominación femenina, pero me gustó la idea de que mi perezoso marido hiciera su parte de las tareas del hogar. Cuanto más leía, más pensaba sobre el tema, y más quería un houseboy en casa. Decidí convertir a Peter en mi houseboy, pero no estaba segura como hacerlo.

Peter es un tipo muy macho. Él es un buen atleta, está en forma y le gustaba pasar el rato con sus amigos. Él no era una presa fácil, y decididamente los demás le veían como el que lleva los pantalones en nuestra familia. Sabía que me costaría si le planteaba directamente que realizara las tareas de casa. Pero una noche tuve suerte.

Estaba en el sótano haciendo la colada cuando Peter apareció detrás de mi y me abrazó cariñosamente, asiendo mis pechos por debajo de mi camiseta (no llevaba sujetador) y apretando su polla contra mi culo. Murmuró algo en mi oreja y empezó a desabotonar mis jeans. No era necesario ser un genio para imaginarse que quería follarme allí mismo. Protesté suavemente dejando que deslizara mis jeans y mi tanga hasta las rodillas. Me levantó y me puso sobre la lavadora y sacó su polla.

"Peter, estoy muy cansada y hay otra carga para la lavadora, y otras dos que hay que planchar y doblar, y otra para la secadora. No me puedo relajar lo suficiente como para hacer el amor hasta que el trabajo esté hecho".

"Oh, venga baby", rogó, "puedes acabarlo más tarde".

"Estaré demasiado cansada entonces, y es necesario hacerlo esto ahora".

"OK, hazlo ahora y después sube las escaleras y lo haremos", bramó.

"Para entonces, estaré demasiado cansada para el sexo, cariño. Si te parece, hacemos un trato. Necesito llamar a mi hermana. Mientras hago esto, acaba tu mi faena."

Me abrazó, me besó y me tocó el culo. Le aparté y le dije: "Tómalo o déjalo", y subí las escaleras sonriendo. Sabía que le tenía en mis manos. Me serví un vaso de vino y llamé a mi hermana. En realidad no tenía ninguna necesidad de llamarla, pero ya que lo había dicho, lo hice. No estaba, así que me repantigué en el confortable sofá de nuestro dormitorio y leí un libro mientras Peter hacia toda la colada y la plancha. Cuando Peter acabó y subió con dos cargas de ropa planchada que ya estaban secas y dobladas, vino a encontrase conmigo. Le repasé la ropa y se la hice doblar de nuevo, ya que estaba mal hecho, le di algunos consejos y le mandé abajo de nuevo para comprobar si todo funcionaba bien, y le dije que no subiera hasta que toda la ropa estuviese debidamente lavada, planchada y doblada.

Se cagó en mi, pero caliente como estaba, hizo lo que le pedí.



Cuando hizo lo que le exigí, le dejé salirse con la suya. Peter tuvo la noche de pasión más afortunada de toda su vida. Y yo, sinceramente, también. Me esforcé en que así fuera. Nunca antes había disfrutado tanto del sexo y creo que Peter tampoco. Así que, la siguiente vez que le pedí que hiciera la colada y la plancha, le di un beso de tornillo al mismo tiempo que acariciaba su polla por encima de su pantalón. Ahora él hace toda la colada y la plancha. Mientras tanto, yo me dedico a mi misma: tomo un baño, me depilo, me corto las uñas, me relajo escuchando música o viendo la tele. A veces cuando acaba toda su tarea, es afortunado y yo estoy despierta; a veces, no tiene suerte, y estoy dormida. Pero no se atreve a despertarme.

Pasaron unas semanas y me di cuenta de que cada vez que le pedía a Peter que hiciera la colada, se le ponía dura. Con la sola mención de la palabra mágica, "colada", ya se le notaba el bulto a través del pantalón. Entonces acostumbraba a gastarle bromas y a calentarle aún más, al estilo de una vulgar calientapollas. Entonces el se ponía rojo como un tomate y miraba a los pies. Esto me dio la esperanza que iba por buen camino y que podía continuar y conseguir más cosas. Esa era mi interpretación, al menos, de su actitud, porque no decirlo, sumisa y obediente.

Todo lo que leí en Internet sobre los "houseboys", los matrimonios dirigidos por la esposa, etc., apuntaba a que muchos hombres les gustaba ser dominados pos su pareja. De hecho, había más hombres que mujeres deseando establecer una relación así. Es más, según leí, muchas mujeres, cuando su hombre se lo proponía (en muchos casos la iniciativa partía del varón), rechazaban tomar este papel en el hogar.Como al principio todo había funcionado bien, yo me animé a continuar dando un paso más allá. Aunque también es cierto que en la primera batalla, había usado el sexo como arma, lo cual me daba ventaja, ya que Peter era muy caliente y fogoso.

En una ocasión de las que caí dormida como un tronco mientras Peter estaba haciendo sus tareas, esto es, lavar y planchar, él se metió en bolas en la cama y restregó su cuerpo desnudo contra el mío, y empezó a besarme la nuca. Cuando me desperté, lo primero que noté fue su dura polla contra mi culo. Yo solo llevaba puesta las bragas, lo que le debió calentar aún más. Murmuré que estaba durmiendo y le rogué que me dejara continuar en los brazos de Morfeo. Él insistió. Yo le pedí de nuevo que me dejara dormir, pero él ignoró mis peticiones y continuó. Entonces, ya despierta del todo, me di cuenta de que ese era el momento que estaba esperando.

Me levanté como un resorte, encendí la luz de la lamparilla de la mesita de noche y me enfrenté a él. Puse mi cara enfrente y muy cerca de la suya, como en un desafío, y le cogí las bolas con mis manos estiré de la bolsa hacia abajo. La posición era la siguiente: ambos estábamos de rodillas en la cama, con nuestras caras enfrente y a a penas unos centímetros la una de la otra, y yo con sus bolsa testícular en mis mano derecha. Él con su polla tiesa y totalmente desnudo, y yo solo llevaba puesta las bragas. Al principio quedó muy sorprendido,pero después reaccionó, pero de la manera más inesperada para mí: temblaba como una hoja y parecía a punto de llorar. No podía ser por el dolor, ya que apenas había apretado. O quizás esa parte de la anatomía masculina era muy sensible. Yo no lo sabía, porque nunca lo había hecho antes. Supongo que la mayoría de las mujeres se iban a la tumba sin hacerlo. Por lo tanto, no tenía experiencia.

Le conocía bien, así que cuando se puso a temblar, era porque estaba nervioso y excitado. Sabía que era mío, que estaba en mi poder. Le tenía agarrado por las bolas, no solo físicamente, sino también metafóricamente.

- Peter, Te pedí que me dejaras dormir, y no me hicistes caso.

En lugar de contestar, continuó mirando hacia abajo, como si hubiese algo interesante en la cama. Cogí su barbilla con mi mano izquierda y le levanté la cara:

- Mírame a los ojos cuando te hablo.


Peter murmuró:

- Bien.

- Bien, ¿que?- dije gritando: Me despiertas porque estás caliente, te digo... mejor dicho, te ordeno que me dejes en paz, que estoy muy cansada, y no me haces caso. Te lo dije otra vez, y tu tampoco me dejas dormir por segunda vez, ¿Que se supone que tengo que hacer para que me dejes dormir? No me respetas en absoluto, ¿verdad que no?
Silencio por su parte. Oprimo un poco más sus bolas, y le oí murmurar por lo bajo: Si. Oprimo aún más sus bolas al tiempo que digo:

- No te escuché. Más fuerte.
- Si- dijo de una forma claramente audible.
- No te oigo - dije al tiempo que apreté un poco más con mi mano derecha.
- Si - gritó el.


Su cara estaba roja, y esta vez no era de vergüenza o nervios. Era de dolor. Si apretaba un poco más, quizás podría provocarle una lesión, que quizás podría ser permanente.

- Si, ¿que?
- No te respeto.
- ¡Bien, por lo menos hemos llegado a un acuerdo - Le miré directamente a los ojos y le dije: - Te voy a dar el privilegio de pagarme haciendo la colada y la plancha. Este va a ser tu castigo por despertarme. Estoy demasiado cabreada contigo esta noche para razonar. - Le solté las bolas y le dije: Esta noche no quiero compartir la cama contigo, así que vas a dormir en el suelo. ¿Te acuerdas de aquel saco de dormir que tenías de soltero? Pues sácalo y duerme en el suelo. Como concesión, te voy a dejar que duermas con una almohada.


Más de media hora se pasó buscando el saco, resto que quedó de cuando se iba con sus amigotes de acampada. Yo sabía donde estaba, pero me lo callé, y él no se atrevió a preguntarmelo.

Mi mente corría como las balas. No podía creer lo que acababa de hacer. Había puesto a Peter a dormir en el suelo. No lo podía creer pero me encantó. Encontré algo sexy, algo excitante en dominarle, en hacer de él lo que me placiera, tratarlo como a un niño pequeño malo, al que su mamá regaña. Y tan excitada estaba que me costó dormir. Por fin lo había conseguido. El dominar a Peter me calentaba, me ponía a cien. Por lo tanto, no sólo iba a conseguir que Peter hiciera las tareas del hogar, sino que además iba a salirme de órbita, a conseguir una satisfacción sexual mejor que nunca antes.

Como estaba muy caliente, no podía dormir. Cogí mi vibrador y me acosté en la cama y me masturbé. Mientras yo me desfogaba, él estaba temblando en el suelo sin atreverse a decir nada. Sin duda debió oir el zumbido del consolador pero se calló. Después del orgasmo, le hablé:

- Escúchame Peter, ni sueñes con tocarte, y menos con masturbarte. Espera, tengo una idea. - Fui al sótano y volví con una cuerda de tender la ropa que había comprado el día anterior y nunca habíamos colocado. - Te voy a atar las manos para que no te masturbes, - le dije. Estaba lanzada cuesta abajo y sin frenos. Era capaz de hacer cualquier cosa. Le até las manos por las muñecas y, mientras estaba haciendolo, se me ocurrió una cosa. Después de atarle las manos, le pasé el resto de la cuerda por debajo de los testículos y alrededor de la base del pene. Ahora tenía las manos atadas a su huevos y a su polla. Le pasé varias vueltas de la cuerda, porque sobraba mucha cuerda. Él no dijo nada, se dejó a hacer y a mi me dio una satisfacción enorme manejarle y atarle como a un pelele.
- Buenas noches, cariño - dije.
- Buenas noches, amor, y siento haberte despertado - contestó-


Me dormí pronto con la satisfacción de haber dado un gran paso adelante. Por la mañana, me desperté como si nada hubiese pasado la noche antes. Vi a Peter todavía dormido y enroscado, en posición fetal. Me metí en la ducha. estaba en el Nirvana con toda el agua caliente resbalando por mi cuerpo, relajada como un bebé, cuando entró Peter con las manos atadas a su aparato. No se como se había puesto de pie sin usar sus manos, pero seguramente su actividad física le había ayudado.

. Tengo ganas de hacer pis. Por favor, ¿me puedes desatar? - Sin decir una palabra, le desaté sacando parte de mi cuerpo de la ducha. Me encantaba que dependiera de mi hasta para hacer pis.


Peter preparó el desayuno y lo tomamos los dos en silencio, sin decir una palabra, cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Hubiera dado todo el oro del mundo por conocer los suyos. Esto me hubiera facilitado mucho las cosas. Hubiera sabido hasta donde llegar sin temor a pasarme o a quedarme corta. Cuando tenía que salir para trabajar, le dije:


- Peter, cariño, lava el desayuno y esta tarde, te quiero en casa a las 5 pm.
- Cariño, no puedo a las cinco porque tengo que...


No le dejé terminar.


-Yo voy a estar aquí a las cinco y te quiero en casa para cuando llegue. ¿Está claro?

Asintió con la cabeza. Esto me disgustó:


- Cuando te pregunto algo,espero una respuesta verbal, no un meneo de cabeza. ¿Está claro o el gato te comió la lengua?
- Si cariño. Está claro.


Estábamos en la puerta de casa. Me acerqué a él y le di un beso apasionado en la boca al tiempo que le apretaba el culo con la mano, como él hacía a menudo con el mío.


- Ten un buen día en la oficina, cariño


Le pegué una palmada en el culo tal como el solía hacer conmigo y salí de casa satisfecha.

Tenía mucho en que pensar. Había tenido a Peter cogido de las bolas, no solo real, sino también metafóricamente. Tenía que decidir que rápido quería llevar las cosas y hasta que límite. No deseaba una relación sadomasoquista, y creo que Peter tampoco. Sabía que nuestra vida había cambiado para siempre, y suponía que Peter estaba pensando lo mismo. Decidí tomarme las cosas con calma. Peter y yo éramos jóvenes y tendríamos muchos años para disfrutar de nuestra nueva relación. Pero también preveía que algún día tendríamos que hablar los dos del tema con franqueza y sin tabúes.

A las cinco de la tarde ya estaba Peter en casa. Le ordené que me sirviera un vaso de vino. A los pocos minutos vino con dos vasos de vino. Le reprendí:

- Te ordené que me sirvieras un vaso de vino, no que te pusieras uno para tí.
- Pero yo pensé...
- Cariño, cuando te ordeno algo, no tienes que pensar nada, sólo tienes que hacerlo y punto. Tengo razones para hacer lo que hago. Te voy a entrenar para que hagas las tareas de casa, así que tomar un vaso de vino no es muy práctico, ¿si?
- Si cariño.
- Pues ve a nuestro dormitorio, desnúdate y espérame en el cuarto de baño de arriba.

Me tomé el vaso de vino sin prisas para intentar calmarme. Aunque no lo aparentaba, estaba muy nerviosa. En mi interior esperaba que, en algún momento, Peter dijera algo así como: -Ya estoy harto de ti y de tus bromitas. O nos comportamos como siempre, o nos divorciamos.- Pero esto no sucedió. Me tomé el vaso de vino que Peter dejó sobre la mesa, y como aún estaba nerviosa, le grité a Peter:

-Peteeeer..
- ¿Queeee...?
- Bajaaaaaa...

Cuando bajó, le dije:

- Sírveme otro vaso de vino, cariño.

Se quedó unos segundos mirándome como asombrado, y ante su cara de asombro, le dije:

- Ve acostumbrándote a este tipo de cosas, de que te pida que bajes para ponerme un vaso de vino cuando yo lo tengo más cerca. ¡Ahora sírveme sin perder un segundo!

A los pocos segundos volvió con un vaso de vino. Peter subió al baño otra vez y yo esperé mientras acababa mi tercer vaso de vino. Con los nervios ya calmados por el alcohol, subí arriba:

- Los martes y viernes vas a hacer una limpieza profunda de los baños, y las vas a hacer así, en bolas. Y el resto delos días harás una limpieza superficial. Comprarás una libreta dondeanotar las nuevas reglas y, cada día, anotarás las faenas que has realizado. Ahora ve al sótano y trae el cubo marrón que está lleno de artículos de limpieza.

Bajó a toda velocidad y subió tan rápido como había bajado. Nunca antes había subido y bajado las escaleras tan rápido. Pasé la siguiente media hora enseñándole como realizar una limpieza profunda en el baño.

- Creo que ya sabes como hacerlo bien. Ahora depende de tu voluntad hacerlo o no. ¿Alguna pregunta?
- No, Val. Has sido una buena profesora y muy paciente conmigo al enseñarme.

No pude evitar sonreír al ver cuan sumiso se había vuelto. Le abracé, restregué su colita contra mi pantalón a la altura de mi chochito y enterré mi lengua en su boca. Estuvimos asi 2 ó 3 minutos hasta que me cercioré de que estaba caliente. Cuando empezó a tocarme el culo, le ordené:

- De rodillas en el suelo. Y a limpiar.

Empezó a usar la escobilla para limpiar el inodoro.

- No necesitas eso para limpiar el inodoro. Saca tu lengua.


Me miró de una manera curiosa, como divertida, pero hizo lo que le pedí. Le cogí de los pelos de la nuca y le obligué a bajar la cabeza hasta que su lengua tocó el anillo del inodoro.

- A partir de ahora esta va a ser tu escobilla.


Agarrándole del pelo, le obligué a limpiar todo el anillo del inodoro, moviéndole la cabeza de un lugar a otro. Después le levanté la cabeza, levanté el anillo del inodoro y le obligué a limpiar todo el borde del inodoro con la lengua. Después le obligué a limpiar el interior del inodoro hasta donde le alcanzó la lengua, aunque no era mucho, ya que su gran cabeza no podía entrar del todo. Después limpió todo el baño, esta vez si con los útiles de limpieza. Mientras, yo escuchaba un poco de música. Cuando acabó, repetimos la operación en el baño de abajo.

- Si no quieres enfermar a base de limpiar el inodoro con tu lengua, vas a tener que limpiar los dos inodoros varias veces al día. ¿Entendido?
- Si, Val.

Aquella noche le dejé dormir en la cama, pero le até las manos, como la noche anterior, a sus genitales, para prevenir desahogos sexuales. A mi me venía de perlas, porque mi marido era muy fogoso, y a mi me apetecía hacer el amor nada más que una vez a la semana.

Más tarde le enseñé a cocinar, y Peter se convirtió en el marido perfecto. En lugar del marido egoísta que tenía antes, que se iba los jueves a jugar al poker con sus amigotes, que entendía que colaborar en las tareas domésticas era sacar la basura por las noches, tuve un marido fiel y obediente. Algunos meses más tarde me confesó que me amaba más desde que di un giro de 180º a nuestro matrimonio.