martes, 4 de febrero de 2020

Nuestra peculiar familia

Jeff conoció a Esla en la universidad cuando ambos estudiaban arquitectura. Ella era una de las chicas más guapas de la universidad, y Jeff tuvo la suerte de casarse con ella nada más acabar ambos sus etudios. Con sus excelentes notas no tardaron en encontrar un trabajo en el mismo despacho de arquitectura. Brandon era su jefe, un hombre de raza negra muy varonil y muy conquistador. Todas las chicas y mujeres de la oficina estaban siempre suspirando por él, desde su secretaria hasta las mujeres de la limpieza de la oficina. Además de arquitecto, Brandon era uno de los cuatro dueños de la empresa.
   Jeff y Esla decidieron tener un hijo y nació una niña llamada a la que pusieron Megan de nombre. Tres años más tarde nació otra niña llamada Florence.
La vida en la familia transcurrió como la de muchas familias americanas de clase media. Con el tiempo llegaron a comprar una casa en los suburbios con piscina, garaje para dos coches, muebles de buena aparencia, etc.
Pero pocas semanas después del octavo cumpleaños de Megan, los padres de Jeff murieron en un accidente de tráfico. Jeff siempre había sido algo depresivo, pero con medicación y un claro interés por la vida y su familia, lo iba superando bastante bien, pero cuando murieron sus progenitores, se descontroló. Dejó de tomar las pastillas, a faltar al trabajo sin causa que lo justificara y, finalmente, fue despedido.
Los padres de Jeff eran propietarios de un restaurante en la ciudad, pero cerró durante una semana después del terrible accidente. Esla y su madre tuvieron que encargarse del restaurante. Cuando salía del trabajo, Esla recogía a las niñas del colegio y las llevaba al restaurante. Su madre Erica abría el restaurante por las mañanas y lo controlaba hasta que su hija llegaba con sus dos nietas media tarde. Mientras tantos Jeff estaba todo el día en la cama deprimido y sin hacer nada. Erica se hacía cargo de las niñas, les daba la cena y jugaba con ellas hasta que se dormían de puro cansancio. Después las llevaba a la casa y, sin saludar a su yerno, las acostaba. Pero llegó un día que no aguantaron más. Le pusieron un ultimatun a Jeff, o se hacía cargo del restaurante o lo vendían. Si Jeff no aceptaban venderlo ni dirigirlo, con el dinero ganado en año y medio de trabajo de ambas mujeres despedirían al personal y lo cerrarían.
Jeff decidió que lo vendieran, pero primero quería que madre e hija se lo efrecieran a los trabajadores, cocineros y camareros. Casi todos aceptaron y le vendieron el restaurante a sus trabajadores.
Un mes después de la venta Esla llegó a su casa una hora más tarde de lo normal. Jeff, que ya estaba un poco más recuperado de su depresión, estaba haciendo la cena. Ya le había dado la cena a las chicas y ellas estaban jugando con sus juguetes en su dormitorio. Megan tenía ya 10 años recién cumplidos y Florence 7. Esla se acercó a Jeff mientras este aliñaba la ensalada y le dijo al oído, como si temiera que las niñas le escuchasen:

- He llegado una hora más tarde porque al salir de la oficina fuí con Brandon a su casa y me he acostado con él.

Después cogió la ensalada y fue con ella al comedor, y gritó por encima del office de servir los platos:

- ¿Vienes ya cariño? Te estoy esperando.

Esta última frase la dijo con toda normalidad, como si no le hubiese dicho la frase anterior, o como si le hubiese contado que el motivo del retraso fue por un exceso de trabajo en la oficina o una avería en el coche.
Jeff se quedó petrificado. Se quedó durante casi cinco minutos si saber qué hacer o qué decir. Esla repitió la pregunta y esto le sacó de su ensimismamiento:

- ¿Vienes ya cariño? Te estoy esperando.

Cuando reaccionó Jeff se fue para el comedor con dos platos que contenía salmón a la plancha.

- Lo que dijiste debe ser una broma, ¿verdad?

- ¿Lo que me acosté con Brandon? No, es totalmente cierto. Es más, si crees que miento, tengo tres fotos chupando la polla de Brandon. Pero tengo mucha hambre y mi móvil está en mi bolso que lo dejé donde siempre, colgado del perchero de la entrada. Si quieres después de cenar te las enseño.

- Por supuesto que quiero ver esas fotos... Después de cenar - añadió tras una pausa.

Ni el mismo Jeff sabía porqué quería ver las fotos. ¿Era una curiosidad malsana o una forma de castigarse a sí mismo después de haber abandonado a su familia frente a todas las circunstancias posteriores a la muerte de sus padres. Por supuesto que recordaba las incriminaciones de su esposa por no dirigir el restaurante. Después de su despido, el restaurante hubiera sido una forma de obtener unos ingresos, incluso superiores a los de su trabajo. La depresión le incapacitó para hacer nada más que compadecerse de sí mismo, pero tampoco hizo el más mínimo esfuerzo de salir de ella, ni tomó sus àstillas ni fue al médico, pese a los ruegos de ella. La verdad es que ella se había portado muy bien, había enfrentado la nueva situación, ayudada por su madre, con mucha energía. Esla se había comportado como una auténtica guerrera, desafiando y venciendo a las circunstancias.
La cena transcurrió en silencio. Jeff se levantó y sirvió el postre: fruta. Después Esla se levantó y volvió en un par de minutos con el móvil. Buscó las fotos y se las mostró a su marido. En las dos primeras se veía la cara de Esla chupando una hermosa y enorme polla negra, pero no se veía la cara de Brandon. Estaas dos fotos estaban tomadas en la cama. La tercera mostraba a Brandon de pie y a Esla arrodillada en el suelo delante de él. La foto se había tomado con el móvil puesto en el suelo, de abajo hacía arriba, lo que se llama técnicamente un plano contrapicado, por oposición a un plano picado. El primero da una sensación de control, poder, grandeza y seguridad. Se veía claramente la cara de esla de perfil, la polla de Brandon metida casi entera en la boca de ella y la cara de él.