domingo, 26 de junio de 2011

La propuesta 2


Continuación de La propuesta.

Al día siguiente era domingo. Tras pasar a recogerme conduciendo mi coche, sin decir nada, ella nos llevó hasta nuestro piso. El recibimiento fue más frío que de costumbre, o al menos, no fue tan cariñoso como acostumbrábamos. Algo había cambiado. Y además, no llevaba el bolso de costumbre, uno pequeño y dorado, sino otro más viejo y grande. Mucho más grande. Y a pesar de que, por su apariencia, llevaba algo voluminoso, no era pesado, porque Ana lo manejaba como si no pesase nada.

Tras entrar en nuestro piso, Ana encendió el ordenador y se puso a ver más páginas relacionadas con el tema femdom. Pero al cabo de un rato largo, me dijo:
- ¿Estás seguro de que quieres proseguir con el tema este? ¿No te vas a arrepentir enseguida?
- No, estoy totalmente seguro. No voy a cambiar de opinión.
- Entonces, si estás totalmente seguro, vamos a empezar ahora mismo. Quiero decir, que voy a empezar a darte órdenes ya mismo.
- Estoy a tu servicio. Ordéname lo que quieras.
- Esta muy bien ese espíritu de servicio, porque te va a hacer falta de ahora en adelante. Baja las persianas del salón.
Después de hacerlo, me ordenó:
- Desnúdate y deja tu ropa en el suelo.
Me agaché y me saqué las zapatillas y los calcetines. Después me saqué la camiseta, los pantalones y me quedé duditativo, sólo con los calzoncillos puestos. Ella giró la cabeza hacia mi:
- Dije "desnúdate" y yo no te veo desnudo.
Me saqué los calzoncillos. La verdad es que, pese a que ella me había visto desnudo en varias ocasiones, esta vez, así en frío, me daba vergüenza. Para mi asombro, y el de ella, la polla se me levantó. Estaba totalmente erotizado. Cuando lo vio, me dijo:

-¡Vaya, vaya! ¿Que, estamos cachondos?
La situación tenía algo de comicidad. Ana, entonces mi novia, está buenísima. Tiene el pelo casi negro, bastante largo y lacio, una cara de muñeca, de niña aún sin madurar. Su cuerpo es de estatura media, bien proporcionado, delgada pero no anoréxica, con curvas, especialmente las tetas, que pese a su delgadez, usa la talla 90 de sujetador, con lo cual resaltan más en medio de su fino torso. Vestía una minifalda muy corta de color beis, y una blusa blanca muy escotada. Esa era su manera de vestir cuando hacía buen tiempo, ropa cara y sexy, y yo estaba acostumbrado a ello, pero al encontrarme en bolas delante de ella, vestida y muy sexy, sin poder evitarlo, me calenté. Puede parecer un contrasentido que me calentara con ella vestida, siendo que la había visto muchas veces desnuda, y aunque nunca habíamos realizado el coito, si habíamos tenido relaciones sexuales, caricias, sexo oral, etc. Pero sin embargo, al verme yo desnudo y a disposición de ella, y Ana tan sexy y atractiva, y yo siguiendo sus órdenes, me produjo una erotización muy alta.

- Ahora, pónte de cara a la pared y pon los brazos en cruz.
Así lo hice. La oí manipular algo detrás de mi, pero como me había mandado ponerme de cara a la pared, pensé que mi obligación era mirar la pared. Al cabo de unos segundos, se acercó a mí por detrás y me puso su bolso colgando de mi muñeca derecha, y en cima de la mano izquierda, un libro bastante pesado, un tomo de una enciclopedia que yo había visto en casa de sus padres. Evidentemente, el libro había estado en su bolso, pero sin embargo, este aún parecía voluminoso. Eso significaba que ella lo había planeado todo en su casa.
- Pon la espalda bien recta. Eso es - dijo al ver que la obedecía. La mirada bien al frente, no bajes nunca la mirada, en tus pies no hay nada interesante. En la pared tampoco hay nada interesante, pensé, pero me lo callé. Los brazos bien rectos, nada de bajarlos. Si te cansas, te aguantas y mantén los brazos bien horizontales, bien paralelos al suelo. De vez en cuando te voy a mirar, y si te veo con los brazos un poco bajados, te castigaré añadiendo un tiempo extra. Los pies bien juntos, no quiero que los separes. Así te será más difícil mantener el equilibrio,pero de eso se trata. No pretendo que estés cómodo, sino al contrario.Son las ocho y cuarto. Vas a estar así hasta las nueve y cuarto. Una hora más o menos.Y no quiero que aflojes tu postura, que bajes los brazos o separes las piernas ni un milímetro. Si no lo haces bien, te castigaré. Si lo haces bien, te premiaré.

Intuí, por los ruidos, que se ponía al frente del ordenador. Peleé, durante un tiempo que me pareció interminable, en permanecer tal como Ana me había ordenado. Me esforcé a permanecer bien tieso, con la mirada al frente, con los brazos bien horizontales. ¡Dios!, nadie sabe lo que puede llegar a pesar un bolso de mujer y un libro después de una media hora de aguantarlo. Luché como un jabato contra el dolor. Los músculos de los brazos se me agarrotaban. Estuve a punto de pedir clemencia, pero calculé que debía faltar poco. Aunque llevaba mi reloj de pulsera, no podía verlo sin deshacer la postura.



Fue un alivio cuando llegó la hora. Oí que Ana se levantó y se acercó a mi por detrás, y de modo cariñoso,pero cínico a la vez, me dijo:

- ¿Ya se echó a dormir mi soldadito? ¡Que lástima! Ahora que la comandante quería jugar con él. Después la comandante le mandará ponerse firmes, y si no lo haces, habrá castigos para el soldadito.


Su soldadito era, evidentemente, mi polla, la comandante , ella, y ponerse firmes, la erección. Me sacó el bolso y el libro y me ordenó bajar los brazos.

- A ver, pon los brazos bien pegados al cuerpo y con las palmas de las manos bien pegadas a los muslos. La cabeza bien erguida, como los soldados cuando se ponen firmes. La espalda bien recta, en una postura marcial. ¡Eso es, con entereza y orgullo militar! Ahora vamos a ver como se porta el soldadito.


Y me empezó a tocar el culo con la palma de la mano derecha. Pronto se me puso "firmes el soldadito". Nuevos comentarios cachondos por parte de ella:

- Vaya, vaya. Por fín se despertó el soldadito. Pero tuve que tocarle el "quinto levanta, tira de la manta" en versión mía para que se levantara y se pusiera firmes.


Con las manos en mis hombros me hizo dar media vuelta y, agarrándome del "soldadito" con una mano, me arrastró hasta la alcoba de matrimonio.

- Desnúdame.


Me puse a quitarle la ropa, empezando por los zapatos de tacón que llevaba y acabando con la ropa interior. Ella hablaba mientras yo realizaba la tarea encomendada.

- Cuando estemos casados, tu te vas a ocupar de todo en la casa, incluso de vestirme y desnudarme. ¿Sabías que en el siglo XIX las damas de la alta sociedad acostumbraban a tener una doncella que las vestía y las desnudaba? ¿Te acuerdas de Lo que el viento se llevó, de la negra gorda que vestía a Scarlett O'Hara? Bueno, pues tu vas a ser mi negra gorda y me vas a desnudar y vestir todos los días. Esa va a ser una de tus tareas diarias.


Cuando acabé, me dijo en tono irónico:

- Veo que mi soldadito todavía está firmes. Bueno, pues hoy no le voy a dar el gusto y no le voy a permitir que escupa su asqueroso líquido blancuzco. El soldadito va a tener que relajarse cuando se canse de estar firmes. Y tú, ahora, lame mi coño.


Se recostó sobre la cama. pero con los pies en el suelo y su coño justo al borde de la cama.

- Arrodíllate entre mis piernas y empieza a dar trabajo a tu lengua.


Así lo hice, y durante unos 20 minutos, me apliqué al cunilingus con dedicación, que por cierto, realizaba por primera vez en mi vida, no sólo a ella, sino a cualquier mujer con la que antes había tenido relaciones sexuales. Esta primera vez fue un poco desconcertante. Hasta aquel momento el coño de las mujeres no era más que un sitio donde meter mi polla, correrme, disfrutar y salir cuanto antes. Al principio me dio, no asco, pero si un poco de repelús. Pero conforme vi que ella se calentaba con las caricias de mi lengua, y movía sus caderas de un lado al otro, y después de arriba a abajo, y empezó a gemir, primero por lo bajini, y al final más alto, me calenté, y mi soldadito, que ya se había puesto en la posición de ¡descansen ar!, volvió a la posición de ¡firmes, ar!. Me sorprendió, pero yo también estaba disfrutando. Al final se corrió, y mi boca se llenó de una pequeña cantidad de líquido, que tenía un sabor agradable. Era el sabor más íntimo de ella.

Al verme otra vez empalmado, volvió al salón donde había dejado el bolso y volvió con un bowl de cocina y una cucharita, me puso el bowl de bajo de la polla y me hizo sujetarlo con las manos. Después empezó despacio y suavemente a hacerme una paja. Fue despacio, muy despacio, y cuando le supliqué que fuera más deprisa, no me hizo caso, y siguió cascándomela despacio. Acabé corriéndome en el bowl y después cogió la cuchara,y fue recogiendo mi semen con ella,y me lo fue dando como si fuese un bebé al que su mamá le da la papilla con la cuchara. No me gustó el sabor, lo encontré desagradable. Al ver la cara que ponía, me dijo:

-No te preocupes, ya te acostumbrarás al sabor. Se supone que las mujeres tenemos que chuparos las pollas a vosotros y tragar vuestro semen, y nosotras no podemos recibir el mismo trato. ¿Cuantas veces te he chupado la polla y me he tragado tu semen, y me acostumbré a su sabor, y nunca dije una sola palabra, nunca repliqué ni dije: Esto no me gusta hacerlo, y sin embargo, lo hacía sin chistar? Pues ya no va a suceder más veces. La última vez que te chupé la polla y me tragué tu semen, fue la última vez en toda mi vida. No volverá a pasar. Pero no creas que nunca volveré a chupar una polla. Si lo haré, sólo que no será la tuya. Cuando esté caliente, me acostaré con quien quiera, y tu nunca dirás una sola palabra. Es más, lo haré delante de ti, y no tardaré mucho. La misma noche de nuestra boda lo haré. Estoy pensando un plan para correrme la mayor orgía la noche de bodas. Y tu estarás presente y filmándolo todo, pero no participarás.

Después de esto, ella me llevó a mi casa y después se fue a la suya. Y así acabó el fin de semana en que le propuse aquello del femdom. Pero esta historia no acaba aquí, sino que continuará en próximos capítulos.

PARA CONTINUAR