domingo, 4 de septiembre de 2011

Por las botas 3

Viene de Por las botas 2.

Dormimos los dos en bolas, pero al día siguiente era sábado, y mientras yo me vestía, le prohibí que se vistiera. Si, tal como suena, le prohibí  que se vistiera. Con todas las palabras. Puse la cale para que estuviera calentito y no se enfriara. Yo, por mi parte, tampoco llevaba mucha ropa, y al ser delgada, sentía un poquito de frío.

Sin decirle yo nada, se puso a hacer el desayuno mientras yo veía la tele. Desayunamos. David recogió la mesa, lavó el desayuno y se puso a limpiar mi pisito sin yo decirle u ordenarle nada. Mientras tanto me puse al ordenador. Resulta que como no me alcanzaba el sueldo como para vivir en una zona tan bonita y muy bien situada de la ciudad, con muchos comercios y edificios nuevos, y el alquiler me salía carísimo, obtuve un trabajo extra. Hacía planos los fines de semana para una empresa de la competencia. Ello me dio pie para no hacer ninguna tarea doméstica. Al cabo de un rato le ordené a David que saliera a comprar algo para comer, y le di algo de dinero. Él lo rechazó. "¿Que prefieres?", dijo. "Elige tu mismo, cocinas muy bien. Sorpréndeme con algo", dije. "Pero vístete antes de bajar", le dije con un guiño de la cara. Él sonrió, se vistió, bajó, y a la media hora o lago más, regresó. Nada más sonar el timbre, le abrí la puerta, y él mismo, sin yo decir nada, dejó las bolsas en el suelo y se desnudó. La verdad es que me sorprendió un poquito.


El resto del día transcurrió más o menos igual. Por la noche, otra sesión de sexo salvaje.

El día siguiente empezó como el anterior. Pero después de la comida, empezó la hora de las confidencias. Al menos por parte de él. Me contó que desde que me conoció sentía deseos de mí, que cada vez que me veía en la obra quería follarme, que me adoraba y me deseaba, etc. Después me preguntó si yo quería compartir algo más que un fin de semana con él, que si quería vivir con él. Yo le dije que según y como, que no abandonaba el piso ni por un hombre ni por nadie. También le dije que si compartíamos el piso, tendría que pagar la mitad de los gastos, el alquiler y los gastos de luz, gas, impuestos municipales, recogida de basuras, etc. Le pregunté cuanto cobraba.

"De eso quería yo hablarte, de dinero". Me contó que siempre había sido un malgastador, un derrochador, siempre de juerga en juerga, de borrachera en borrachera. Que había desperdiciado su vida por no controlar el gasto del dinero. Que el dinero no le llegaba ni a mitad de mes, que siempre había vivido dando sablazos a todos sus amigos, hasta quedarse sin amigos. Que desde hacía un año ya no salía de juerga, ni se emborrachaba. Pero que las tentaciones estaban siempre presentes. Y entonces soltó la bomba:

- Yo solo quiero vivir contigo, sin necesidad de tener amigos que te sacan el dinero y, cuando no tienes más, te abandonan. Busco a alguien que controle mi dinero, y ese alguien eres tú.

Imaginad mi sorpresa.

- Quiero que tu cobres mi sueldo y lo administres. Y si sobra algo, te lo quedes.

Así de claro y de directo. Cobra mi sueldo, adminístralo y, si queda algo, quédatelo. Solo le quedaba decir: "Te entrego mi vida. Mátame si quieres".

Al día siguiente lunes, nos escapamos un segundo del trabajo, nos fuimos a la administración de la empresa, y firmamos para que el sueldo siguiente se abonara en mi cuenta.

Desde entonces, David se ha convertido en mi amante, en mi esclavo, en mi servidor, en mi criada. Cualquier cosa que yo le ordeno, la hace sin rechistar. De esto hace tres años, y estoy pensando en ampliar mi círculos de amistades. Masculinas sobre todo. Hablando claro, me gustaría follar con David y otro hombre más. Se lo dije y puso mala cara al principio, pero le estoy convenciendo. Por ser la primera vez, no quiero imponérselo. Pero si hay una vez, habrá más de una, y con diferentes candidatos.

Y desde aquel fin de semana, nunca hice una sola tarea del hogar. A veces no tengo nada que hacer, pero me pongo a leer un libro, una revista o el diario, a escuchar música o ver la tele.

Él me trata como una reina. Cuando estamos en casa, siempre me dice: "¿Quieres tomar algo cariño?". Es atento y servicial. Es una joya de tío que solo vive para mi y para mi placer. Sé que poco a poco iremos profundizando en nuestra relación femdom.