jueves, 19 de febrero de 2015

Mi ama

Para hacerlo corto, voy a resumir los prolegómenos que, sin embargo, es necesario explicar. A los 8 años perdí a mi padre y a los 16 me puse a trabajar como auxiliar administrativo en una pequeña empresa. Lo que no aprendí allí sobre como funcionan las oficinas, lo aprendí en unos cursos que hice a partir de los 18 de administración de empresas. Pero a finales de 2009 la empresa cerró y me quedé sin trabajo. No podía volver a casa de mi madre sencillamente porque mi madre ya no tenía techo propio. Trabajaba en un hotel de limpiadora y allí mismo le daban una habitación diminuta y comida. Prácticamente no cobraba nada en efectivo, porque le descontaban la habitación y la comida.

En el año 2010 hice algunos trabajos temporales y en negro. Me pagaban una mierda pinchada en un palo. Pagaba una habitación en un piso y que compartía con otro chico. Menos mal que tenía una litera y podíamos dormir cada uno en su cama. El otro chico tenía una notebook, y gracias a ello, podía navegar por internet cuando él no la usaba. Me aficioné al femdom. Supongo que en parte fue como un mecanismo psicológico de defensa. Quería compartir mi vida con una chica con algo de dinero para poder vivir y siempre, bajo el dominio de ella.

Un día vi un anuncio en una página en internet que tenía este tipo de anuncios. Contesté y ella me citó un sábado a las diez de la mañana en una esquina en el centro de Madrid. Se llamaba Julia, tenía 29 años, era abogada y, para mi gusto, muy bien fisicamente. Es un poco bajita, pero delgada. Tiene cara de adolescente, de niña incluso. La mayoría de las mujeres delgadas tienen tetas muy pequeñas, pero Julia usa la talla 90 de sujetador. Ver en ese cuerpecito delgado esas tetas tan bonitas me pone a cien.

Nos sentamos en un banco de un parque cercanos y hablamos. Me preguntó que experiencia laboral tenía. Aquello me sorprendió un poco, pero le contesté. Me dijo que era abogada y tenía mucho trabajo. Cobraba muy poco por cada caso de impagos que resolvía, y que por eso, trabajaba muchas horas, de lunes a sábado, doce horas al día.

— Necesito alguien que me ayude —- dijo.
— Pero no pensé que era un anuncio laboral — dije yo duditativo.
— Y no lo es. No te voy a pagar. No puedo permitirme ese lujo. Si aceptas, vivirás conmigo, comerás la comida que yo pagaré y viviremos con lo mínimo. Afortunadamente, el piso deonde vivo es mío. Lo heredé de mis padres que murieron hace dos años.

Después de una pausa para reordenar sus ideas, dijo:

— Tu sólo tienes que hacer una cosa: obedecerme. Nada más. De lo demás, me encargo yo. La nuestra no será una relación femdom o SM con muchos aparatos, pero lo más importancia, la predominancia de la mujer sobre el varón, eso si va a existir. Desde niña me gustó mandar. Y ahora tengo la oportunidad. ¿Aceptas?
— Si — dije — Acepto.
— OK — Ya eres mi esclavo, mi sirviente, mi criado y mi empleado sin sueldo. Ahora vamos para mi casa.

Se dirigió a una moto de motocross que estaba aparcada allí cerca, le sacó el candado, la arrancó, se subió y me indicó que me subiera detrás. Ella vestía una camiseta muy ceñida a su cuerpo y que revelaban muy bien sus tetas, unos pantalones vaqueros muy ajustados y unas botas con tacos altos de media caña. Montada encima de la moto parecía una amazona moderna, montada en una moto en vez de en un caballo.


Cuando llegamos a su piso, me hizo desnudar. Aunque lo deseaba desde hacía algún tiempo, aunque había soñado un momento como este, me puse rojo como un tomate. Empecé por quitarme las zapatillas, después la camiseta que llevaba, los pantalones y, me quedé dudando, la cara toda roja. El salón tiene un amplio ventanal de aluminio de dos hojas de cristal y una persiana, que estaba levantada. A unos 30 metros había un edificio:

— Te dije que te desnudaras - dijo ella con una sonrisa pícara.

Me quité los calzoncillos.

— Date la vuelta. Quiero verte entero, por delante y por detrás.

Lo hice.

— Da la vuelta más despacio.

Lo hice.

— Acércate. Quiero verte de cerca.

Me acerqué y empezó a tocar mis partes. Cogió mi polla entre sus manos, retiró la piel hacia detrás y la examinó muy atentamente.

— Aquí hay restos de pis o semen. ¡Que guarros que soy los hombres! Toma una ducha. En el cuarto de baño hay una toalla. Cuando estés bien limpio y seco, te voy a examinar de nuevo.

Cuando volví, me examinó otra vez.

— Ahora está mucho mejor. Te voy a revisar todos los días la polla. En cualquier momento del día y sin avisar. Si alguna vez la veo sucia, te voy a dar una paliza con tu cinturón que te voy a arrancar la piel a tiras. Así que, cada vez que hagas pis, te sientas en el bidet y te la limpias bien. ¿Entendido?
— Si.
— Si ama, tienes que contestar.
— Si ama. — Ahora limpia el cuarto de baño y, cuando acabes, te daré más faena. Pero cuidado, para estar segura de que está limpio, te voy a hacer lamer cualquier parte del baño, incluido el borde del inodoro. ¿Entendido?


El piso no es muy grande. Tiene un dormitorio grande para un matrimonio, y una habitación que se supone es un dormitorio para los hijos, pero que Julia usaba como oficina. Sólo tiene un cuarto de baño, pero si tiene un salón comedor bastante grande, unos 30 metros cuadrados. El salón tiene un balcón al que se accede por una puerta corrediza doble de cristales, hecha de aluminio y, por ello, le da mucha luminosidad al salón pero, al haber un edificio cerca, me da coraje andar desnudo.

Cuando acabé, acudí a su estudio. Julia estaba tecleando algo en su ordenador. Al verme, se levantó
y acudió al baño.

— De rodillas, lame el borde del inodoro.

Lo hice. La verdad es que estaba tan limpio que estaba seguro que no iba a agarrar ninguna infección, como así ocurrió.

— Ahora limpia la cocina. Y quiero que quede tan limpia como el baño.

Ella volvió a su trabajo, y yo al mío. Cuando acabé, acudí otra vez al estudio y me dijo:

— Ya comprobaré después como está la cocina. Pero ahora me está entrando hambre. ¿sabes algo de cocina?
— La verdad es que sólo se hacer un par de recetas. Puedo hacer una paella de pollo y verduras en una sartén normal.

Me dio un billete de 50 euros y me explicó donde ir al supermercado más cercano a comprar. En un paquete empezado, había casi medio kilo de arroz, así que me mandó a comprar el resto de los ingredientes.

— Ah, ¡vístete antes de salir! Y cuando vuelvas, lo primero que tienes que hacer es desnudarte.

INACABADO