Probablemente debería dejar algo claro desde el principio. Ustde va a leer con frcuencia que los hombres sumisos saben que lo son, a menudo ya desde la infancia. Por la vergüenza, el miedo y el miedo al rechazo ocultan y, por lo general, reprimen su necesidad de ser dominado hasta la edad adulta y, en ocasiones, a lo largo de toda su vida. Si esto es cierto y, muchos hombres sumisos indican que así es, entonces yo soy una excepción a la regla. Pasé más de 20 años en un matrimonio relativamente feliz con una mujer mandona pero que no es particularmente dominante y nunca, conscientemente, tuve el deseo de arrodillarme a sus pies o desnudar mi trasero para recibir un spanking. Porcierto, la referencia a mi nivel de consciencia está dirigida a todos los expertos en psicología, quienes pronto se apresuran a señalar que, tal vez yo estaba reprimiendo mi deseo subconsciente de sumisión. Supongo que todo es posible, sí que si es cierto, yo no lo sabía y así me libre de años de descontento.
Mi primera mujer tenía una calcomania que decía: "Mierda soy." Mi primer matrimonio se fue por el inodoro. Tenía poco que ver con FemDom y mucho con dos mulas con anteojeras tirando del mismo caro pero en direcciones opuestas. Entonces conocí a una mujer que tenía una calcomanía competamente diferente, de color morado, en la parte trasera de su coche, que decía algo muy diferente: "Adórame como a la Diosa que soy." eso sí, no actuaba como una prima donna. Al contrario, ella era amable, cálida, atenta, respetuosa, amorosa y generosa. Mientras se comportaba con un aire de confianza que exigía respeto y consideración, ella carecía de cualquier atisbo de arrogancia o vanidad. No obstante, me ofendí por esas palabras púrpura y rcuerdo haber pensado más de una vez: "¿Quién diablos se cree ella que es?" A pesar del recelo de una pegatina sobre el parachoques, esta mujer se hizo muy rápidamente mi confidente y mi mejor amiga, después mi amante y, finalmente, mi esposa. Cuando el adhesivo se desgastó y se desvaneció por el clima, lo rasqué para sacarlo y me sentía mucho mejor. Mientras escribo estas palabras tengo que sonreir ante mi ingenuidad de aquel momento. Uhuhu, la calcomanía se había ido, pro, ¿y el tema de la Diosa? No es una casualidad.