jueves, 25 de agosto de 2011

Mientras estemos juntos

Inés me lo dejó claro desde el primer día:

"Yo voy a controlar tu sexualidad desde el momento en que reciba por correo un aparato de castidad masculina, un cb6000. Yo tengo la libertad de follar con quién desee, cuantas veces desee y donde me salga de las bolas. Además, en el sexo, yo siempre tendré la iniciativa, y no quiero que me propongas o me hagas mimitos para follar. En el sexo, como en todo lo demás, yo soy la que mando, y tu obligación es obedecer. Pero yo seré lo promiscua que quiera, y tu serás más casto que un santo. Mientras estemos juntos, tu polla no entrará en otro coño más que en el mío."


Yo asentí. Pero pasaron casi 3 años y, como siempre follábamos bien, quiero decir que nos entendíamos en la cama, yo me olvidé del tema. Yo realizaba mi papel de sumiso, y me encantaba. Ella hacía el de ama, y se cierto que le gustaba. Esas cosas no se disimulan. Me encantaba cuidar de sus cosas, de su ropa, de sus potingues para el cutis y para maquillarse, le advertía cuando algo se estaba acabando, se lo compraba y lo reponía. Me encantaba ese genero de vida, y creía que a ella también. Es cierto, yo llevaba mi aparatito de castidad, y ella siempre llevaba la llave consigo. Tenía otra de recambio pero estaba en su caja fuerte, y yo, como supondreis, ella no me dijo la combinación. Ni siquiera podía masturbarme si ella no me daba la llave. Las tareas del hogar, que recaían todas sobre mí, me gustaban menos, pero las hacía con gusto. Cocinaba lo que a ella le gustaba y siempre tenía la casa superlimpia, solo por ella.

Así que me quedé realmente sorprendido cuando un jueves me dijo que al día siguiente se iba a pasar el fin de semana afuera, y que yo me iba a quedar solo en la casa.

"¿Te vas con algunas amigas?", pregunté sorprendido.
"Eso no te interesa", contestó. "Es asunto mío, exclusivamente mío".

Me quedé asombrado y dolido. Después, en la cama, ella metió su mano en mi entrepierna y empezó a acariciar mis huevos y mi polla. Solía hacer eso con frecuencia, pero como estaba con el cacharrín, como yo le llamaba, puesto, normalmente no podía tener una erección. Pero esta ves se apiadó de mi y me sacó el aparatito y me dejó que fuese al baño a hacerme una paja.

Al día siguiente, cuando vino de trabajar, le ayudé a preparar una pequeña bolsa de viaje (yo se, porque me ocupo de ello, donde están sus cosas mejor que ella). Al despedirse me dio un tórrido beso de tornillo y se fue sin decir una palabra. Me asomé a la ventana y vi que subía en el asiento del acompañante de un utilitario. Por la ventana del conductor asomaba un brazo masculino.

Como no tenía casi nada que hacer, me pasé el fin de semana haciendo una introspección de mis miserables sentimientos, analizándolos. Me regodeaba en mis sentimientos de niño mal criado y mimado al que sus padres han dejado el fin de semana con la abuela, y se han ido a pasar unas minivacaciones románticas de dos días. Es curioso, pero supongo que a todos nos pasa alguna vez. Yo me puse a llorar de vez en cuando, cosa que era totalmente rara en mí. Creo que erqa la primera vez. Me compadecía de mi mismo y de como me sentía abandonado. Me revolcaba en mi propia mierda, como hacen los cerdos. Me sentía abandonado como un perro. Y esos sentimientos de lástima me gustaban, disfrutaba sintiéndolos, al tiempo que yo mismo me daba cuenta de ello.

Cuando Inés y yo contactamos, ni ella me amaba ni yo a ella. Pero durante ese tiempo de casi tres años, yo había desarrollado unos sentimientos de amor hacia ella. Pero ahora me daba cuenta de que ella, por su parte, no había desarrollado esos sentimientos hacia mi. De tanto cuidarla a ella y a sus cosas, de preocuparme por ella, de que todo estuviese perfecto y a su gusto, había desarrollado esos sentimientos hacia ella. Ahora que ella me ponía los cuernos, me entró ese estado de melancolía y medio depresión.

Me pasé la tarde del domingo en el balcón mirando si la veía venir. De repente paró en doble fila el mismo coche del viernes, y de él bajó Inés. La vi despedirse con un caluroso beso del hombre del brazo, y acudir a nuestro portal. Yo me fui corriendo a nuestro dormitorio y me desnudé, dejé la ropa encima de la cama, y me puse de rodillas en el suelo esperando que abriese la puerta. Nunca lo había hecho antes, supongo porque ella nunca me lo había exigido. Pero esta vez era diferente. Quería darle una buena impresión. Quería demostrarle que no le guardaba rencor.

Cuando abrió la puerta con su llave y me vio en bolas de rodillas en el suelo, me dijo con una voz muy alegre:

"Hola cariño".

Dejó su pequeño bolso en el suelo, y me dijo:

"Prepara un baño calentito para relajarme. Estoy muy cansada".

Lo preparé, y cuando ella se sumergió en la bañera, me arrodillé en el suelo del baño, esperando que ella me contase algo:

"Estoy agotada. Me divertí mucho, pero apenas he dormido. El viernes y el sábado estuvimos en una discoteca hasta el amanecer, bailando a todo trapo. Y después te lo puedes imaginar: follar, follar y más follar. Creo que hasta me duele el coño de tanto follar"

me dijo mientras me dirigía una sonrisa entre cómplice y picarona hacia mí.

"El próximo fin de semana repetimos. Pero habrá una novedad. Sergio también está metido en el ambiente, y tiene una esclava. Me enseñó su foto, y me pareció muy guapa. Lástima que yo no tuviese una foto tuya. Pero ahora ya no importa. El próximo finde, Sergio y yo nos vamos otra vez al chalecito de él en la sierra, y tu estarás acompañado por Clara. Ya verás que guapa que es y lo bien que lo pasareis los dos juntos. ¡Suertudo que eres un suertudo! Y ahora préparame una rica cena de esas que sabes hacer tan bien, que traigo hambre atrasada."

No os podéis imaginar la alegría que medio esa noticia. Me pasé la semana siguiente hasta el viernes pensando en la tal Clara. ¿Sería tan guapa como Inés decía? ¿O Inés me estaba gastando una broma y sería un callo de tía? Ahora que sabía la existencia de Clara y que no iba a pasar el próximo fin de semana solo, ya no me importaba tanto que ella se fuese con el tal Sergio.

Llegó el viernes, y le preparé la bolsa de viaje. A la hora de la cita, llamaron al timbre de abajo. Inés contestó. Pronto subieron los dos en el ascensor. Por orden de Inés, abrí la puerta de la calle estando en bolas, pero procurando que si hubiese alguien en el descansillo, no me viese. Tras las oportunas presentaciones formales, dediqué unos segundos a ver a los visitantes. Sergio era un tipo normal y corriente, pero Clara estaba muy bien físicamente. Estatura normal, delgada pero tetas de un tamaño razonable (talla 90, como supe después), morena, guapa de cara y sexy vistiendo con pantalones ceñidos o minifalda, y vistiendo escotada. Más guapa y sexy que Inés, aunque mi ama no estaba nada mal.

Inés me ordenó servir una botella de cava que, el día antes, había comprado por indicación suya. Pero Clara me siguió a la cocina sin que Sergio le ordenase nada. Supuse que esas eran sus ordenes. Allí se desnudó y dejó su ropa encima de un taburete que había en la cocina. Desnuda estaba fenomenal. Llené dos copas y las puse en una bandeja antigua de plata, y sin decir nada, Clara se las llevó a la pareja. Yo me quedé en la puerta del salón esperando si había alguna otra orden para mi. Cuando las copas se acabaron, los dos amos se pusieron de pie y se dirigieron a la puerta del piso.

"Bueno, chicos, Nos vamos. Portaos bien", dijo Inés.

Al ver mi cara de decepción de que se iban a ir e Inés no me iba a sacar el CB6000, Inés adivinó mis pensamientos y dijo:

"Ya te dije al principio de conocernos que mientras estuviésemos juntos, tu polla no iba a entrar en otro coño más que en el mio. Yo nunca te aseguré que ibas a follar con Clara. Me di cuenta de que te lo creistes, y dejé que estuvieses en el error. Un poco de dominación femenina psicológica nunca viene mal. Además, sigues siendo el mismo idiota que se lo cree todo, al igual que cuando te conocí. La verdad es que engañarte es como quitarle un caramelo a un niño: muy fácil".

Entonces intervino Clara.

"Me parece amo que se le olvida a usted algo".

"Ah, si. es cierto. ¿Donde están las esposas?", preguntó Sergio.

Clara contestó:

"Ahora mismo bajo al coche a buscarlas".

Mientras Clara se vistió y bajó al coche (Sergio le dio las llaves), Inés preguntó:

"¿Que es eso de las esposas?"

Sergio contestó:

"Los siento, cariño. Iba a preguntártelo, pero al ver tu belleza, se me olvidó. Se  me ocurrió que Clara no lleva aparato de castidad, y aunque no puede follar con David, Clara si puede follar con cualquier otro. Yo no tengo cinturón de castidad para Clara, por lo que la mejor manera de impedir que Clara folle con alguien de la calle es esposarla a David. No te lo consulté porque la idea se me ocurrió al poco de salir de casa, y tuve que volver a por mi par de esposas. Lo que propongo es que se pasen todo el fin de semana atados por un par de esposas, por ejemplo, atar la muñeca izquierda de él a la derecha de ella. Van a tener que dormir esposados, comer esposados, por lo que tendrán que ayudarse a comer entre ellos, cocinar, etc. Y para ir al baño a hacer sus necesidades básicas también. Así aprenderán a colaborar entre ellos, y no se aburrirán, pues les va a costar todo el triple de tiempo que hacer. ¿Que te parece la idea?"

Inés no tardó ni un segundo en aceptar la idea.

No os podéis imaginar lo difícil que es limpiarse el culo con una mano.

Clara salió mejor parada que yo. Nos permitieron hacer cualquier clase de sexo con la salvedad de que mi polla estaba enjaulada. Así que practicamos el cunilingus. Como dijo Sergio, como yo nunca se lo he hecho a Clara, ¡que más me da que lo haga él!

Ya ha pasado un año desde aquella primera vez que Clara y yo compartimos el fin de semana. Desde entonces, todos los fines de semana, puentes y acueductos que ambos pudieron tomar, la pareja de amos se fueron de finde y Clara y yo compartíamos los nuestros, unas veces en la casa de Sergio, otras en la de Inés. En la vacaciones de verano, alquilaron un apartamento en la playa y pasamos por dos parejas compartiendo las vacaciones. Pero una pareja era Sergio e Inés, y la otra, Clara y yo. Siempre salíamos juntos los cuatro, y como eran vacaciones, nos permitieron pasear juntos cogidos de la mano y besándonos (ellos de carabinas vigilándonos para que no nos pasásemos). En fin, parecíamos dos parejas románticas compartiendo las vacaciones.

Sergio e Inés instalaron la nueva norma. Nunca hemos compartido casa, y de lunes a jueves, cada am@ folla a su gusto y placer con su esclav@. Pero los viernes, sábados y domingos, barra libre para los am@s y castidad (al menos para mí) para los esclav@s.

El convivir a medias con Sergio a ablandado a Inés un poco. Desde hace unos meses, permite que Clara me haga una paja o me chupe la polla, tanto el viernes antes de salir, como el domingo a la vuelta de ellos. Pero como ella dijo:

"Mientras estemos juntos, tu polla nunca se meterá en coño ajeno."

FIN