jueves, 26 de mayo de 2016

La hija del pintor

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The Painters Daughters (Las hijas del pintor)


Chapter 1 - Capítulo 1

"Si tienes algún problema, Tom, ponte en contacto conmigo" dijo mi esposa al tiempo que me besaba y me decía adios en la sala de salidas del aeropuerto.

"Tan solo coge el avión, Margo," La reprendí, "Soy un chico grande, lo manejaré todo bien,"

Le dije adios agitando la mano cuando ella subía por las escalerillas del avión. Era sábado y ella se iba a ayudar a su hermana, Pat,  con su nuevo niño durante dos semanas.

Habían tres cosas buenas sobre su viaje. Primero, tenía planedo encerrarme en cas para trabajar en el programa que quería acabar. Segundo, el pintor que habíamos contratado, el marido de la mejor amiga de mi mujer en la oficina, pintaría toda la casa mientras nosotros dos no estorbaríamos. En tercer lugar, organizaría mi colección de revistas especiales.

Mi mujer y yo siempre hemos tenido una vida sexual sana, y yo ya estaba caliente antes de que el avión despegara. Me paré en el kiosko y compré un ejemplar de la revista Penthouse. Margo sabe que leo este tipo de revistas pero prefiere no darse por enterada. No las quiere ni ver, y tampoco quiere hablar de ellas. Así que, como muchos hombres, tengo mi pequeño rincón escondido y tengo que ser discreto cuando las leo.

Ahora tenía dos semanas enteras para leerlas a mi entero placer. Ojeé la revista mientras caminaba hacia el parking y me di cuenta de que la revista llevaba dos artículos sobre dos de mis temas favoritos: los hombres que se visten de mujeres y la dominación femenina.

Aunque nunca había pensado en intentar ninguno de estos dos temas personalmente, la idea de un hombre vistiéndose de mujer era algo que tenía un enorme misterio para mi. Nunca jugué con la ropa de mi Margo porque temía que me pillara in fraganti. Sus zapatos eran otra cosa. Normalmente los tenía desparramados por el suelo. Era muy poco probable que se diera cuenta de que no estaban en su lugar. Además, era menos probable que tuviera un "accidente" llevando sus zapatos.

No había nada misterioso en la dominación femenina de la que era un adicto. No podía dejar pasar una revista que tenía historias sobre el tema. Malgasté litros de semen en el retrete mientras leía este tipo de historias. ¡Si tuviera el coraje de hablar con Margo sobre el tema!

Esta era la parte más dura. Sabía que Margot me amaba por mi auto confianza y por mi apariencia de macho. No sé que pensaría si le dijera que quiero ser dominado. "¡Mierda!," me dije. "La mitad de las cartas están fabricadas y la otra mitad estaba exagerada. Nada que le pase a la gente normal".

Sin embargo, ¡habían algunas fotos hermosas! ¡Podría pasar horas mirándolas!  Mi polla se puso dura. Como me gustaría vestirme con una ropa similar a la de las fotos. Nunca le puse los cuernos a Margo, pero un hombre puede tener sus fantasias, ¿no? La amaba, pero Margo ya no me excitaba como hacían esas modelos.

Sabía que podían pasar se manas antes de que pudiera tener sexo con Margo otra vez. Oh, bien, sabía que siempre estaban "Rosy Palm y sus cinco hermanas,"  pensé. Al menos Margo no empacó todos sus zapatos. Yo la animé a comprar esos hermosos zapatos con tacones altos porque le sentaban muy bien. Ella no sabía que mi aprecio por sus zapatos era mucho más profundo que eso.

Yo tenía una erección que me duró hasta que pude duchar una hora y media más tarde.

 -=o=-

El pintor llegó puntual el lunes y empezó a preparar toda su parafernalia necesaria para su trabajo. Le animé a que tomara cuanta soda y té frio necesitara tomándolo de la nevera y volví a mi estudio.

A mitad tarde el pintor vino a  i estudio y me dijo: "Lo siento, Mr. Greer, pero no me siento bien. No quiero hacerlo pero tengo que dejar mi trabajo por el resto del día. Tengo un tremendo dolor de cabeza y creo que me voy a perder la cena".

Se marchó corriendo. Bueno, no importaba, tenía dos semanas casi enteras para terminar su trabajo.

-=o=-

El timbre de la puerta me despertó al día siguiente a las ocho. Me puse la bata, me froté los ojos y fuí a abrir la puerta. Abrí los ojos bien abiertos cuando ví a una chica. Aparentaba los 18 años. Su cara tenía una bonita apariencia y me miró con sus ojos verdes. Tenía unas mejillas sonrosadas y su pelo rojo se escondía bajo una gorra de beisbol. Llevaba puesto una blusa sin mangas que se ponía por arriba, unos shorts rosas y unas zapatillas de tenis. La camiseta revelaba una figura estupenda y los shorts marcaban unas caderas y un culo excitantes.

La miré con una expresión en blanco.

Finalmente ella rompió el pesado silencio: "Hola, soy Linda, la hija de Bob."

"¿Quién mierda es Bob?" mi dormida mente me preguntaba.

"Bob -- el pintor -- el hombre que se puso enfermo ayer? Tiene gripe."

"Oh, seguro!" Dije, comprendiendo repentinamente." ¿Qué puedo hacer por ti?"

"Es al revés. Lo que importa es lo que puedo hacer por tí. Estoy aquí para hacer lo que mi padre empezó ayer."

"¿Tú?" pregunté, "¡Sólo eres una chica!"

Fue la afirmación equivocada y me di cuenta tan pronto acabé de decirlo. Enrojeció de ira. "Mo me jodas," dijo con firmeza, "He ayudado a mi padres desde que tenía trece años y te aseguro que sé lo que hago. Puedo pintar tan bien como cualquier hombre. Este contrato es importante para nosotros pues necesitamos el dinero para pagar una deuda, así que voy a terminarlo".

"Pero yo contraté a tu padre," Me quejé.

"Error" me contestó todavía airada, "Contrataste a la empresa. Lee la letra pequeña. Tanto mi padre como yo trabajamos para la empresa. ¿Voy a estar toda la mañana aquí parada o me vas a dejar entrar?"

No esperó una respuesta y entró empujándome a un lado. No era más que una chiquilla pero enseguida me atrajo su firmeza y decisión.

Dio una vuelta por toda la casa mirando todo lo que había que hacer y volvió a la camioneta en la que había venido y bajó todo lo que necesitaba. Se encerró en el cuarto de baño y salió con una camiseta sin mangas de un tamaño mayor al suyo, y un par de botas. Ambos estaban manchados de pintura pero llevaba puestos los shorts amarillos con que vino.

 No tenía humor para discutir con ella, así que la dejé trabajar. Fue muy difícil concentrarme en la preparación del desayuno y, viéndola como se estiraba y balanceaba en el andamio me calentó. Había cierta gracia en sus movimientos que me seducían. Miré ansiosamente las visiones que me daba de su trasero cuando la camiseta se separaba de su cuerpo. Más de una vez me pilló mirándola embobado. More than once, she caught me staring at her. Estaba fascinado con sus gráciles movimioentos. Por último se volvió hacia mi y me espetó a la cara: "¡Qué pasa!"

Me sacó bruscamente de mi ensueño y me dio vergüenza. "Nada", contesté.

"Mejor así," respondió. Volví a mi despacho para sacarla de mi vista pero no puede sacarla de mi mente.

Al mediodía, fui a la cocina para prepararme el el almuerzo, y entonces la vi tomando un sandwich en mi patio cubierto. Me sonrió y yo agité la mano en respuesta, pero no intercambiamos palabra alguna. A las 5 oi su voz que venía del hall. "Me voy, Mr. Greer." Ni siquiera oi el motor del coche.

Después de cenar, cuando me dirigía al cuarto de lavar la ropa, al pasar por el baño vi, a través de la puerta abierta que Linda se había dejado las luces encendidas. Al apagarlas vi sus ropa en el baño. En apariencia no se había cambiado antes de irse.

El pullover colgaba del gancho detrás de la puerta, junto a un sujetador y a un par de bragas. El sujetador era de tipo atlético y las bragas de algodón. Mi mujer tenía ropa interior mucho m´pas bonita en su armario. La ropa interior de Linda no me parecía muy atractiva.

Sin embargo, las zapatillas eran muy atractivas. Mi esposa tenía un par de Reeboks que llevaba a las clases de aerobics, pero excepto por los cordones rosa, se parecpian mucho a las mías. Pero las Keds de Linda eran completamente femeninas. Los hombres no llevabamos esa clase de zapatillas. Por alguna estraña rzón, las zapatillas me pusieron cachondo. Las agarré, las puse contra mi pecho y las acaricié.

Las imagen de Linda en la puerta principal me vino a la mente. Recordaba sus pechos pequeños pero bien formados y esas nalgas enmarcadas en sus shorts amarillos. Mis pensamientos continuaron bajando por su cuerpo hasta llegar a las zapatillas. Pensé en sus pequeños pies encerrados en sus zapatillas. Casi sin pensarlo, cogí una de sus zapatilllas y me la acerqué a la cara y las olisqueé.

Tenían un olor a sudor pero que aún así era dulce. Acerqué la nariz a la apertura de las zapatillas y aspiré profundamente. El olor era acre y agudo, pero algo en mi mente me decía que el adjetivo correcto para esa esencia que asaltaba mis sentidos era "femenino".

No había tenido sexo desde antes de que mi esposa se fuera, como media semana antes. Ya era el momento y mi cuerpo me avisaba. Mi polla se agrandó y se puso dura. Puse las zapatillas en el tocador, me bajé los pantalones, levanté la tapa del inodoro, me arrodillé delante de mismo, cogí las zapatillas otra vez, las acerqué a mi cara y me masturbé. Me perdí en la sensación que me producía el olor de sus pies. Cuando me corrí derramé una gran cantidad de semen en la taza del inodoro.

Me sentía extraño. Nunca pensé que unas vulgares zapatillas me pondrían de esa manera . Mi mujer me había masturbado mientras besaba sus zapatos de tacón alto, pero nunca pensé que unas zapatillas vulagres me pondrían cachondo. Lo que lo hacía mejor es que esas zapatillas habían sido llevadas por los pies de una chica desconocida, lo que le añadió un poco de malicia al tema.

Puse las zapatillas en la pileta y limpié el desastre que había hecho.

CONTINUARÁ

lunes, 23 de mayo de 2016

Control de castidad

Me gusta mucho este blog, Control de Castidad.  Es muy bueno. Copio unos enlaces de un tema que siempre me ha gustado, las tareas domésticas.

Las buenas esposas no hacen el trabajo doméstico.

1.-Capítulo 1: Introducción.

2.- Capítulo 2.

3.- Capítulo 3: la energía erótica.

4.- Capítulo 4.

5.-   Capítulo 5.1.

6.- Capítulo 5.2.